El Gobierno sigue negándose a debatir en el Congreso sus mentiras sobre el arsenal de Sadam, ha reconvertido las sesiones de control del Ejecutivo en autos de fe contra la oposición y encarga periódicamente solícitas entrevistas televisivas al presidente del Gobierno y sus ministros. Ahora, el PP, coherente con esa línea, despliega la campaña de Mariano Rajoy sin debates, ni ruedas de prensa con preguntas.

El problema va más allá de la actitud del Partido Popular. En la manera de actuar del conjunto de la clase política española avanza la tentación de evitar el incómodo trance de responder a las cuestiones planteadas por los periodistas e imponer la simple lectura de una declaración redactada previamente que sólo trate de lo que conviene publicitar.

Es un solemne menosprecio al derecho a la información que tienen los ciudadanos. Se trata de una actitud que ha tenido su colofón desagradable y emblemático con el gesto despectivo del ministro Federico Trillo de arrojar una moneda a una periodista que le preguntó algo que no le gustaba.

¿Está dispuesta la sociedad española, en general, y los electores, en particular, a que esto continúe así?