A medida que se demuestra infundada la esperanza del Gobierno de que la evidencia de la guerra desalentaría la protesta ciudadana, crecen las intervenciones agresivamente defensivas desde el PP y su entorno mediático pero sólo empeoran su descrédito. La condescendiente aceptación de que los manifestantes tienen buenas intenciones aunque no son conscientes de ser manipulados ofende la madurez democrática de millones de personas. Y el intento de culpabilizar a quienes marchan contra la guerra por la violencia que han desencadenado grupos minoritarios sólo puede indignar a quienes con un talante pacifista han participado en las protestas. Los intentos del Gobierno de relacionar la oposición del PSOE e IU al belicismo de Aznar con los enfrentamientos entre jóvenes radicales y la policía no resiste un análisis serio y sólo muestra escaso respeto al derecho de manifestación. Por lo que se refiere a la polémica sobre la dureza policial, especialmente en Madrid, es de esperar que las autoridades actúen con la responsabilidad democrática que se les supone. Las fuerzas de seguridad han de impedir que campe la violencia, sin olvidar que su función es garantizar a todos el libre ejercicio de manifestar sus opiniones.