Corren tiempos muy difíciles para los trabajadores. La crisis se ha trasladado bruscamente a la economía real, con lo que el paro crece a velocidad de vértigo y muchas empresas pequeñas y medianas han reducido drásticamente su actividad. Eso hace que el conjunto de la sociedad esté abocada a unos meses de abundantes protestas laborales. Vamos a vivir otro otoño caliente, en expresión acuñada hace tres décadas en España, en tiempos de fuertes dificultades económicas. Los trabajadores tienen, evidentemente, el derecho a que su protesta se visualice en las calles. Los de Nissan, afectados por un expediente de regulación de empleo que va a suponer el despido de 1.288 personas, se están radicalizando al optar por cortes de carreteras y ataques a la sede de la empresa. Ante esa realidad conflictiva cabe pedir solidaridad con los trabajadores, que se ven injustamente tratados por la estrategia de una multinacional, pero también reclamar de estos que la expresión de su protesta no dañe a terceros, como está empezando a ocurrir. La violencia no es argumento.