El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) acaba de hacer público su barómetro de marzo, que no incluye intención de voto. Sin embargo, el dato más relevante es el suspenso que los ciudadanos otorgan a los políticos, que, en una valoración de 1 a 10, obtienen un raquítico 2,87, solo superado en negativo por la nota de un colectivo tan denostado como los okupas (2,45).

La desafección ciudadana hacia los políticos se ve confirmada en la respuesta sobre los principales problemas del país: la clase política y los partidos ocupan el tercer lugar (con un 15,8%), eso sí, muy lejos del paro (82,9%) y de los problemas económicos (45,3%). Los abundantes casos de corrupción y, sobre todo, la incapacidad de los partidos políticos para ponerse de acuerdo para combatir la crisis económica seguro que figuran entre las causas de este desapego que, curiosamente, no es mayor entre los jóvenes, sino entre una de las franjas de población más politizadas, la que va de los 35 a los 44 años.

A mayor interés por la política, mayor desencanto. Es decir, no predomina la indiferencia, sino la crítica. Otras organizaciones institucionales, como los sindicatos o las religiosas, tampoco alcanzan el aprobado, mientras que las mejores notas se reservan para oenegés de defensa de los derechos humanos o de los animales, ecologistas y pacifistas.