Autor teatral

Extremadura limita al Norte con La Vera, el Jerte y el cabreo del prior de Yuste por los fontaneros que no le arreglan las tuberías al imperial monasterio. Por el Sur con la cal verde, con Alonso Guerrero por su Hombre abreviado , y un deje de faralaes por nuestros primos andaluces. Total, que limitamos con todo, desde el Candil y la calle Calero, hasta los amigos de Ginés y la Cantora y la cantaora si se terciara: alma barroca y castúa que dirían nuestros nacionalistas y nuestros higos de Almoharín. Lo tenemos todo: espejismos romanos y moros; torres mochadas por una mala apuesta medieval y renacentista. Ciervos y buitres leonados para beberse un aire que no necesita de mascarillas. Sin embargo, nos falta algo, aunque el PIB de la región nos haya quitado un bocio de siglos: los suplementos culturales.

Aún a riesgo de perder amigos, todos los jueves me cito con Pedro J. Ramírez, no sin miedo, de que su Agata con h , o sin ella --me pone un cursi corazón en mis rudas posaderas--. Los sábados acudo solícito, galán y cortesano al besamanos del ABC, donde Santiago Castelo añora encinas y dehesas, que son invisibles en la corte. Con Babelia es la quimera de una proposición indecente. Con Liborio Barrera, el claro ardiente y añorante de unos Cuadernos de Extremadura para refregarnos por el morro todo lo que aquí se cuece. Es en este suplemento cultural de EL PERIODICO --el taller-- donde descubro al director de cine Rubén García. En esta página --yo mismo-- decimos todo, para no decir nada: los entrevistados, se entiende. Sueños, mentiras, porqueses de nuestra osadía... en fin, las respuestas ingeniosas a nuestra soberbia y vanidad.

En estos talleres se intenta sacarnos un poco de claridad, en tan ensombrecidas almas --hablo de la mía---. En la portada --6.12.03--, la voz rota, los labios sensuales y abiertos de Dulce Chacón, para no acallar ninguna voz, ni dormida ni anestesiada. En la contraportada, el realizador cacereño, mirando con sueños al objetivo, y esquivando la tristeza, porque es triste.

No conozco a Rubén --espero que sea-- pero lo traigo a colación, porque ha sido uno de los personajes que responde con verdaderas respuestas: Me desagrada la tristeza. A los veintitrés abriles la tristeza es la cara oculta y rasgada de la existencia. Es casi obscena, porque los días tienen luz y la noche neones para confundirla. Dice bien Rubén --mirada fija, ojos decisos--, en no querer ni mirar lo desagradable de la tristeza. Pero son muchas las tristezas que existen: la de la pena inconsolable; la tristeza dulce que te reconcilia con Dios y con todo dios. La que te endulza la pena y jamás quieres que se te quite del cuerpo. La impotente, la suicida, la que te cierra los ojos y ventanas.

A Dulce Chacón no tuve tiempo de conocerla, y sin embargo acompañé esa resignación --cristiana o humana-- con una tristeza de mirarla frente a frente. A veces es fría, a veces cálida como un edredón de invierno. Loca, de pesadilla, de victimismo... la otra cara de la comedia. Es la tristeza de unos versos que no tendrán otra voz. Rubén, no hagas caso de este discurso triste: todo lo que te digo es la dicha por la apuesta de una risa. La tuya. Pero la tristeza existe... ¡Bonjour tristesse!