Con medios terroristas sin precedentes, la resistencia iraquí mató ayer a cerca de 50 personas e hirió a más de 200 en cinco atentados coordinados que sembraron el pánico en Bagdad. Dos datos avalan que se trata de un salto cualitativo. Uno, que ayer empezaba el Ramadán, de gran fuerza simbólica, psicológica y moral entre los musulmanes, lo que indica que los guerrilleros no pensaban dejar pasar la apertura del mes sagrado sin una acción resonante y sin causar una grave turbación social. El otro dato es el carácter suicida de los autores, lo que tiene relevancia porque la resistencia presuntamente fiel a Sadam es suní y carece del registro místico y de martirio de los terroristas islamistas.

¿Se ha producido la temida convergencia entre activistas iraquís y terroristas árabes llegados del exterior? Si es así, la situación tendría terribles consecuencias. En Irak había una férrea dictadura, pero no terroristas, y Sadam no tenía relaciones con Al Qaeda. La ocupación da alas a quienes alimentan un discurso primario según el cual ha llegado la hora del gran combate contra los extranjeros (incluida la humanitaria Cruz Roja) y los cruzados (la fuerza anglo-norteamericana). El desastre está servido.