Existen palabras poco usuales que durante el verano se pronuncian en exceso.

Una de ellas es desconectar, que suele ir asociada a otra que durante la estación estival tenemos mucho en la boca, y más en la mente: vacaciones.

Con estas dos palabras solemos formar una de las frases más dichas los meses de verano, sobre todo durante la jornada laboral: «Qué ganas tengo de coger vacaciones para desconectar».

Ya tengas un empleo de esos que te ocupan doce horas al día y te carga de responsabilidades y complicaciones, o seas el trabajador más relajado de la tierra, porque lo único que se te exige es tu mera presencia en un espacio determinado y un tiempo moderado, dirás que coges vacaciones para desconectar.

Antes se solía usar la palabra descansar en vez de desconectar, pero esta última tiene una connotación menos fisiológica y más intelectual. Y claro, en estos tiempos tecnológicos que vivimos da más caché anteponer el cerebro al músculo.

Cierto es que hay trabajadores que en vacaciones necesitan desconectar, como ese director de empresa que decide operaciones financieras importantes, y sabe a la hora que sale de casa, pero no a la que volverá.

O ese empleado de supermercado que se coloca en una caja ocho horas seguidas y no para de escanear producto tras producto, y cobrar a cliente tras cliente.

Cuando vuelven a conectar con el trabajo tienen el ánimo por los suelos --o ‘depre’ posvacional, como prefieras--.

Ahora bien, algunos se equivocan de método y se desconectan del trabajo para conectarse al mundanal desasosiego. Hay quien decide pasar sus vacaciones en sitios invadidos por ‘desconectadores’ que se pelean por un metro cuadrado de playa; se meten en kilómetros lineales de atascos en carreteras; baten récords haciendo colas en abarrotados chiringuitos, museos o parques temáticos; sudan la gota gorda cargando como burros con sombrillas, mochilas o neveras; aguantan todo el día las insolencias o trastadas de los niños, que suelen aguantar los abuelos durante el resto del año.

En fin, que algunos cuando desconectan de esas fatigosas vacaciones y conectan de nuevo con el trabajo, exclaman: «Esto sí que es vida».