Se podrá decir lo que se quiera, pero todos los políticos se sienten concernidos en todas las elecciones, aunque no se presenten. Así lo ven los ciudadanos, cuanto más quienes trabajan en política. Es inevitable que el presidente de la Junta de Extremadura se sienta afectado por los resultados de las elecciones europeas en la región, y los traslade a su ámbito; o, por ejemplo, que el alcalde de Almendralejo piense si algo habrá hecho él para explicarse qué está pasando con sus vecinos, que le dieron poco menos que ilimitada confianza hace dos años hasta el punto de que logró más del doble de concejales (14) que el PP (6) y, sin embargo, ahora este partido saca al PSOE en esa localidad 13 puntos y si se extrapolaran los resultados los conservadores tendrían mayoría absoluta en el ayuntamiento. Ya se sabe que no se pueden extrapolar, que estas elecciones eran para elegir a los representantes de nuestro país en el Parlamento Europeo y que los almendralejenses no estaban castigando a José María Ramírez cuando votaban al PP el pasado domingo (sobre todo conociendo la historia electoral de esa ciudad), ni muchos de ellos estaban dándole la espalda a Guillermo Fernández Vara al votar a la lista encabezada por Jaime Mayor Oreja .

XLA GENTE SABEx diferenciar, sí, pero los políticos serían irresponsables si arrinconaran las evidencias. Y una evidencia es que, urna por urna, voto por voto, ciudadano por ciudadano, el resultado de las elecciones del domingo significa que los extremeños han aflojado algo en su apoyo al PSOE. Se podrán hacer comparaciones convenientes para contentar a la parroquia propia. Las hace Leire Pajín para el conjunto de España, al manifestar que el partido socialista español es el que mejor ha resistido el embate de la derecha de entre todos los países de la Unión Europea; y las hace la portavoz regional, María Ascensión Murillo , al destacar que el partido socialista extremeño es el que mejores resultados porcentuales ha sacado de España, y que de trasponerlos a la Asamblea de Extremadura el PSOE seguiría gozando de una cómoda mayoría absoluta. Ambas comparaciones son ciertas, pero malo sería que los socialistas --españoles y extremeños-- se quedaran parados en la autocomplacencia de ese análisis. Porque no refleja toda la verdad.

La verdad también se compone de una evidencia: el PSOE no ha movilizado a sus votantes. Y no es este de la movilización electoral un asunto que se deba dirimir entre derechas e izquierdas, a pesar de que de tanto repetir la idea se está convirtiendo en un lugar común. No lo es porque Izquierda Unida no ha sacado un porcentaje sensiblemente inferior al de hace 5 años, y solo mínimamente más bajo que en los anteriores comicios. Los socialistas tampoco deberían aceptar el argumento de que los votantes del PP están siempre más dispuestos a ir a votar que los propios. ¿Qué queda de la historia de movilización democrática de los socialistas, si se da por bueno ese argumento? ¿Cómo es posible que el PSOE se deje arrebatar por su adversario lo que debería ser defendido como parte de su patrimonio histórico?

La falta de movilización es una censura: es la expresión del desencanto. El PSOE extremeño puede pensar que el que sus votantes se queden en casa en unas elecciones europeas --aunque sea donde menos en casa se han quedado, puesto que la participación de los extremeños fue de 3 puntos por encima de la nacional-- es un tiro que pasa por encima de su cabeza. Si lo piensan, se equivocan: el disparo les salpica. Porque hace solo dos años, el PSOE extremeño logró romper la banca y recibió más apoyos de los que había soñado el más ferviente militante durante la campaña electoral a las autonómicas. Hace solo dos años, la candidatura de Fernández Vara logró 135.000 votos más que los obtenidos por su partido el domingo. Sería bueno preguntarse por qué ha habido 135.000 personas que, en el mejor de los casos, han pasado de largo de los colegios electorales. ¿Desencanto? Desencanto.

En estos días, los medios de comunicación extremeños hemos hecho hincapié en que la pérdida porcentual de apoyos al PSOE se ha concentrado en las poblaciones más grandes. En algún caso esa pérdida ha agrandado la distancia entre el PSOE y el PP, que alcanza ahora, en el caso de Badajoz, a nada menos que 20 puntos: una situación como para llamar a rebato en la agrupación socialista. De lo que ha ocurrido en las ciudades cabe destacar tanto el mayor porcentaje general obtenido por el PP --en algún caso, como el citado de Almendralejo o el de Villanueva de Serena, duplican los apoyos respecto a los resultados de hace dos años-- como el avance de Unión, Progreso y Democracia. El partido de Rosa Díez le ha arrebatado sus votos a las alforjas socialistas. Y que ese partido, considerado bisagra, se nutra más de votantes socialistas que populares es otra manera de mostrar el desencanto hacia el PSOE.

Por todo ello, Fernández Vara debería mover ficha y renovar el Ejecutivo, darle un nuevo impulso a su acción de gobierno. Está en el ecuador de su legislatura. Ha tenido la fortuna de que los ciudadanos se han hecho oír sin intermediarios. Si se ha parado a escuchar, habrá oído que la voz iba hacia Europa, pero el eco se ha quedado en Extremadura.