Qué puede esperarse de aquellos que embozados en la ambigüedad planean y ejecutan maniobras de desgaste contra su presidente, buscando el modo de infringirle el mayor castigo posible aun a costa de poner en riesgo la estabilidad del propio partido? ¿A qué confianza pretenden hacerse acreedores quienes de una manera subrepticia envenenan el aire con sus reyertas cainitas, en lugar de quitarse las caretas, formar una candidatura alternativa y, sin temor a dar un salto al vacío, concurrir al próximo cónclave de junio con la cara descubierta?

Antes del congreso, Rajoy deberá transitar un campo sembrado de minas, soportar la erosión que provoca el fuego amigo, procurando evitar que el Congreso se cierre en falso, y verse obligado a tener que prolongar su agonía hasta la deflagración final, que se producirá justamente una vez escrutados los resultados de los próximos comicios electorales o cuando, víctima del cansancio y del desafecto, termine arrojando la toalla al pie de los caballos. ¿Quién será capaz entonces de pilotar esta nave sin gobierno, después de haber practicado una política de tierra quemada y de haber alentado el cisma?

Para conseguir romper el techo electoral y poder optar un día a gobernar España, el PP deberá primero habituarse al escalofrío de los quirófanos hasta ver extirpada esa malformación que con el tiempo se le ha ido formando. Pero la renovación de las ideas provoca que ciertas personas se sientan traicionadas, que consideren que el partido pierde sus anclajes, sus señas de identidad y su tradicional heterodoxia, a favor de una funcionalidad que le permita acabar con esa imagen negacionista, crispada e intransigente que suele ser el reflejo más nítido que el partido proyecta sobre algunos sectores de la sociedad.

XEL AISLAMIENTOx respecto al resto de las formaciones políticas es otra de las asignaturas pendientes que tiene este partido, lo que le obliga a obtener mayorías absolutas cada vez que pretende gobernar, por lo que conviene que rompa ese cordón de aislamiento sanitario que suele formarse en torno a él, y que le relega a una posición residual en algunas comunidades, con el consiguiente perjuicio a la hora de pretender alzarse con la victoria en unas elecciones generales.

Pero el Partido Popular se enfrenta con algunos reductos que ofrecen resistencia a todo lo que huele a modernidad, y mientras con perentoria insistencia, reclaman un debate de ideas y una mayor participación mediante elecciones primarias, por otro lado se aferran a los asideros del pasado, ajenos a cualquier cambio de rumbo que signifique la mínima pérdida de alguno de sus postulados.

Las discrepancias en los periodos precongresuales son normales y saludables, porque dejan al descubierto una rendija por la que se infiltra una ráfaga de regeneración democrática en esas herméticas salas de máquinas que suelen ser los aparatos de los partidos; pero estas diferencias nunca deben instrumentalizarse hasta el punto de convertirlas en armas arrojadizas, ni utilizarlas como coartadas al objeto de disgregar, ni alimentar con ellas una hoguera destructiva y desestabilizadora que sirva para promover la escisión de dos pulsiones perfectamente diferenciadas e irreconciliables, una más conservadora conformada por los restos del aznarismo y apoyada por el cortejo mediático y otra más centrada, al frente de la cual situaríamos el propio Rajoy .

La confluencia en el tiempo de varios factores determinantes contribuye a que se enrede aún más la madeja, porque junto a la adversidad que supone el tener que asimilar una derrota electoral y sus indeseadas consecuencias, se produce la renovación de parte de la dirección y del aparato del partido, lo que provoca una situación de interinidad y de vacío institucional, con la consiguiente falta de consistencia para amortiguar los litigios, a lo que se une la confrontación provocada a raíz de las discrepancias surgidas en la elaboración de la ponencia para el próximo congreso, todo esto metido en una misma coctelera y convenientemente agitado por quienes practican el arte de la insidia, forma una mezcla explosiva capaz de hacer volar por los aires al partido y a todas sus estructuras; si a esto añadimos el habitual silencio galaico que profesa el señor Rajoy, y las dudas que plantea su anodino liderazgo, concluiremos que el partido corre serios riesgos de sumirse en un proceso de rompimiento y de autoaniquilación. Todo ello ante la mirada atónita e impotente de un electorado en claro proceso de orfandad, decepcionado por la exteriorización de tanto desencuentro y por el despilfarro inútil de tan importante rédito político.

Hay a quienes se les llena la boca diciendo que se mueven más por intereses generales que por los particulares, ahora tienen la oportunidad de demostrar su fidelidad, tratando de evitar que, estos malos augurios que ahora se ciernen sobre el principal partido de la oposición, se propaguen como un líquido inflamable hasta terminar reeditando aquella triste historia de una UCD envuelta en intrigas palaciegas y devorada finalmente por el fuego antropófago y banderizo de su desmedida ambición.

*Profesor.