Ha comenzado el mes de noviembre, y son ya dos semanas las que han transcurrido desde que venció el plazo para que la Junta de Extremadura presentara el presupuesto en la Asamblea.

Los extremeños seguimos esperando a que el gobierno de Fernández Vara se anime a presentar algún papel, algún documento, alguna propuesta clara que establezca, negro sobre blanco, cuál es su planteamiento de región para el próximo ejercicio.

Tenemos derecho a conocer qué piensa hacer el presidente de la Junta para acabar con la segunda tasa más alta de desempleo del país, cómo piensa mejorar uno de los déficit más elevados y qué soluciones plantea para reducir la enorme deuda que tenemos.

En este escenario de incertidumbre, fríamente calculada, en el que nos encontramos, brilla una única certeza: el acercamiento entre Vara y Podemos en la negociación de los presupuestos 2018, que tiene su origen en dos causas.

La primera de ellas es que PSOE y Podemos comparten ADN fiscal y se sienten cómodos yendo de la mano en la misión de asfixiar a los extremeños con subidas de impuestos.

Padeciendo ya una presión fiscal de las más altas del país, el pasado sábado muchos extremeños salieron a la calle a manifestar su total desacuerdo con el impuesto de Sucesiones.

Y la segunda, que Vara sabe que ha incumplido todos los compromisos que adquirió con el Partido Popular para aprobar las cuentas durante dos años consecutivos.

La Junta de Extremadura ya ha cerrado el ejercicio presupuestario, con un grado de ejecución en infraestructuras y en inversiones prácticamente virgen.

Contrario a lo acordado con el Grupo Popular en la Asamblea. Es lógico que vea en los morados a los colaboradores perfectos para seguir con su hoja de ruta de deslealtades hacia propios y ajenos.

El problema es que su deslealtad afecta a Extremadura. Eso sí que me preocupa.

Es su falta de palabra y su negativa a bajar impuestos lo que le ha puesto en brazos de Podemos, ese partido que acuna el independentismo con la misma facilidad que llama hombres de paz a terroristas o guiña el ojo a dictadores.

Se acerca el 2018 y los extremeños tenemos muchos motivos para echarnos a temblar.