Andan algunos de mis alumnos indignadísimos con nuestra pareja eurovisiva y no precisamente por haber conseguido un puesto de mierda sino por referirse a nuestro país como España de mierda, - y yo pensando que a los chicos no les interesa la política-. Pese a las tibias justificaciones de ciertos compañeros fans de los cantantes, tan enfadados estaban los detractores del dúo que han llegado a afirmar que preferían varios poemas de Quevedo que a Alfred y Amalia. Sólo entonces he llegado a comprender el alcance del rechazo que la parejita ha cosechado en algunos ámbitos, no sé si por su cursilería, su falta de consistencia, su espantosa canción o sus ideas políticas, en el caso de que las tengan. Aunque a la vez cuenten con un sinnúmero de rendidos admiradores.

Confieso que no he visto un solo programa de OT, aunque soy consciente de que ha encantado a mucha gente, de que ha sido un fenómeno de masas y que, por tal motivo, y con ese alcance social, debo ser yo la equivocada o al menos la rara, por no encontrar un solo estímulo para dejarme seducir por el prodigio popular. Reconozco también que Amaia tiene una voz portentosa y que la única canción que me mola del fenómeno televisivo es Lo malo, tan llena de brío, ritmo y mensaje. Pero confieso también que cada vez que escuchaba la otra, la dichosa cancioncita, melosa, chirriante y directamente cursi, deseaba que quedaran los últimos.

He mediado en la discusión juvenil, arguyendo que, si bien la letra era un horror y la ejecución otro tanto, los cantantes tenían futuro y había trabajado con ahínco. Su fracaso no lo es, pues les queda mucho futuro. Todo eso en voz alta, mientras en mi interior comparaba la repercusión de un hecho de tan poca trascendencia como este, frente al poco eco mediático que ha tenido el que Torra describiera la situación de Cataluña como emergencia humanitaria. Después de Yemen, después de Siria, y ahora después de Gaza. Y me pregunto cómo reaccionarían mis justicieros chicos y tanta juventud sana como ellos si estuviera en sus manos el futuro de semejante deslenguado.