XExn los últimos meses, la marejada de la refinería --inesperada donde las haya, pues nadie habría sospechado hace sólo unos meses que el refino de petróleo quitaría el sueño a muchos extremeños-- ha agitado la calma chicha de nuestra región. Esto, lejos de ser negativo, supone un soplo de aire fresco que desentumece nuestro adormecido papel de ciudadanos capaces de, en un sano ejercicio de raciocinio democrático, cuestionar cualquier asunto que afecte directamente a nuestro futuro (y algo que debería de hacernos reflexionar acerca del estado de salud de nuestra democracia es que ello sea interpretado por los gobernantes como una agresión). Pero en el debate, cuando se sopesan los argumentos de ambas posturas, la razón sale indemne, cosa que no ocurre a quien lucha contra ella. Por ello, quienes mas temen la controversia son quienes sospechan o saben que carecen de un arsenal argumental a la altura de las circunstancias, bien por lo inconsistente de sus argumentos o simplemente por su ausencia, ocasiones en las cuales se opta por reiterar una y otra vez ciertas falacias esperando que así se conviertan en verdades.

La refinería Balboa, pese a ser aún una entelequia, para algunos supone la panacea y para otros un esperpento. Quienes queremos demostrar que es lo segundo, nos empeñamos tozudamente en aclarar una serie de conceptos y, que mejor manera para ello, que la de diseccionar uno a uno los argumentos que se esgrimen en la defensa del proyecto.

La refinería creará 3.000 empleos, (aunque el baile de cifras ya ha comenzado y ahora sean 1.500), exactamente 3.000 es el número de puestos de trabajo que se prometieron en la cementera de Alconera, promovida por el mismo empresario y participada y defendida a capa y espada por la misma Junta de Extremadura. Tras reducir la cifra a 1.250, finalmente quedó reducida a 97 trabajadores. Sirva este dato para sopesar la credibilidad que debemos otorgar a una cifra que se vende alegremente a modo de perverso señuelo. Son ilustrativas también las cifras de otras refinerías, como la de Coruña (500 directos y 250 indirectos, con una producción de 1.000.000 toneladas mayor a la de Gallardo), la de Puertollano (600 empleos en una población con una tasa de paro del 18,5%, superior a la media nacional) o la de Texas (de 500 hectáreas, igual que la refinería Balboa, y con 78 trabajadores).

¿La refinería evitará que nuestros jóvenes tengan que emigrar? El balance migratorio de Extremadura, según datos de la propia Junta, es de más 1.623 ciudadanos. Es decir, nuestra región no es una región emisora de emigrantes, sino receptora. Efectivamente hay personas que se desplazan a otras comunidades en busca de su sustento, pero se trata de un flujo que existe aquí y en todas las comunidades. Las emisiones de la refinería estarán dentro de los límites.

Lo que se trata de ofrecer a los ciudadanos como una dádiva generosa del empresario --el cumplimiento de la ley-- no es sino la obligación que, previa a cualquier otra consideración, tiene todo ciudadano o empresa en un estado de derecho.

Pero es que el hecho de que una actividad cumpla con todas las leyes, no lleva implícito ni mucho menos el que esté exenta de consecuencias negativas. Todas las refinerías de España cumplen con los límites legales de emisiones, lo que no significa en absoluto que las consecuencias negativas sobre la salud, la agricultura o el medio ambiente sean despreciables o puntuales. Así tenemos el caso de Puertollano donde, según datos oficiales, uno de cada tres habitantes sufre alergias; el de Huelva, con una de las tasas de cáncer mayores de Europa; o Cartagena, punto negro de la UE. De hecho, de las casi 9.000 sustancias que emite una refinería, la ley sólo obliga a controlar 7. El resto, son emitidas sin ningún tipo de control al aire, a los ríos, a los cultivos y a los pulmones de la población. Eso sí, dentro de la ley.

La refinería es compatible con la agricultura. Para sostener este argumento se utilizan datos como el de los vinos con denominación de origen de Puertollano, que no existen (la zona vitivinícola más cercana está a 70 kilómetros), la de los del Priorat (a 30 de la refinería de Tarragona, situada en la costa y con una cordillera de por medio), la de las fresas de Huelva (que sustituyeron a los cultivos de vid), etc.

Si realmente fuesen dos actividades compatibles ¿qué necesidad habría de utilizar ejemplos falsos? Aunque estos son los principales puntos en los que se basan las tesis defensoras de la refinería, también se han escuchado alegatos para todos los gustos, incluidos los que rozan el absurdo y denotan el escaso sentido del ridículo de algunos, como: "La refinería es necesaria para el desarrollo sostenible de la región". "Ahorraremos mucho en asfalto de las carreteras, al no tener que traer el combustible de fuera". "Una granja de 50 vacas contamina más que una refinería". "Gracias a la refinería, no tendremos que salir fuera a contaminarnos" (sic).

Pero cuando no quedan ya argumentos, bien porque han sido impugnados, bien porque, como los anteriores, ni merecen serlo, aún queda un arma, no por miserable menos utilizada. Con demasiada frecuencia el debate está siendo sustituido por ataques directos a quienes se oponen al proyecto, obviando ya cualquier consideración acerca de la refinería. Por ello, todos los que consideramos una auténtica aberración instalar una refinería de petróleo en nuestra tierra en el siglo XXI, debemos de celebrar que quienes defienden el proyecto hayan pasado a la fase del insulto y la descalificación, pues ello es sin duda sintomático de su gran carencia de razones fundamentadas.

* Miembro de AMUS (Acción por el Mundo Salvaje)