Dramaturgo

Y ahora qué, doña Ana de Palacio? ¿Cómo sacamos pecho y lanzamos soflamas sobre nuestras firmezas, posturas inflexibles y otras lindezas, de ésas que se utilizan para que el amigo americano sepa que estamos a su lado y para meterle miedo a Irak? ¿Ahora cómo reivindicamos nuestro derecho a comer percebes y a que los gallegos coman de los percebes, si nos han partido un petrolero en dos, frente a nuestras costas y quienes lo han hecho se están partiendo de risa a nuestra costa? ¿O es que no se trata de un acto de terrorismo contra la naturaleza (que somos todos) el que se acaba de perpetrar frente a Fisterra?

Es paradógico que el barquito llevara el nombre de lo que, precisamente, nos falta a los españoles en el contexto internacional, "Prestigio". Supongo que habían pintado el rótulo en el barco cuando salió de Gibraltar para lograr más cachondeo cuando lo viéramos irse a pique ante nuestras narices: "¡Miren cómo se hunde el "Prestigio"!

¿De qué sirven ahora las banderas kilométricas, las arengas "Trillo en Lepanto", el nacionalismo español de toreros, faranduleros, legionarios a morir, legionarios a luchar en Perejil, vísceras y estatuas, si vienen cuatro gualdrapas con una bandera más chica pero de conveniencia, y nos llenan de desperdicios los terrenos que defendió hasta la muerte María Pita? Por cierto, hablando de María Pita, ¿cuándo se va a poner freno al machismo imperante que está a punto de vaciar los cuarteles de mujeres soldados y hasta de soldados? ¿Por qué no mandamos a esos supuestos violadores tenientes, gallitos de media hora y media hostia, a limpiar la mancha petrolífera y, de paso, la otra, la que nos han vertido en nuestro honor?