La misa de Pascua es la culminación de la Semana Santa. Para el creyente, ese es el día feliz que justifica sus creencias, pues según San Pablo, si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. Uno puede tener la inmensa suerte de creer, sufrir la condición más humana que existe que es la duda o considerar que todo eso no es más que mitología. En el último caso no irá nunca a la eucaristía, aunque por obligaciones sociales o por conveniencia --París bien vale una misa-- puede hacerlo ocasionalmente. Lejos de esta humilde opinadora juzgar las intenciones de nadie. Pero cuando alguien decide acudir a un acto, lo mínimo exigible es respeto. Una misa es una misa, y la iglesia es un recinto sagrado. Y no hace falta ser reina para saber que respeto es lo que se exige, no solo en los atavíos sino en las conductas, tanto para asistir a un rito como para visitar un monumento, ya iglesia, mezquita o templo budista.

Sean cuales sean, que cada cual tendrá su opinión sobre ellos, los motivos por los que la familia real tiene por costumbre acudir a la misa de Pascua cada año, ya sea movidos por una fe profunda arraigada desde la infancia o de conversiones tempranas o tardías, ya sea por seguir las tradiciones, lo mínimo que se puede pedir en esos actos es respeto. Respeto a la ocasión, respeto al lugar, respeto a la significación del acto. Respeto, si no se puede exigir amor, a los mayores. Y sobre todo, respeto a la dignidad de lo que uno representa.

Tengo un primo cura, adepto a las redes sociales, cuyo atinado comentario a la vista del espectáculo ofrecido por los regios protagonistas fue algo así como «ir misa para esto». Y tiene toda la razón. Realmente lo de menos es el manotazo de la niña, por muy desolada que esté su madre ante el daño infligido a la tierna imagen. Leonor no deja de ser una cría en edad de educarse y no se le puede dar trascendencia a un momento infantil. A lo mejor la abuela le tiraba del pelo sin querer, quién sabe. Pero esa familia saliendo en esas condiciones del sacramento del amor, eso sí que es un bochorno.