Varios partidos vascos han convertido en una burla extravagante la votación de las mociones éticas presentadas en algunos ayuntamientos por el PSE y el PNV en las que se pide la dimisión de los concejales de ANV, que se niegan a condenar la violencia de ETA. Se da así el caso de que el PP se ha abstenido en la votación de Mondragón, con alcaldesa aberzale, y en cambio ha apoyado un texto idéntico en Hernani, localidad gobernada asimismo por ANV; los concejales de Ezker Batua (EB), la marca de IU en Euskadi, se han abstenido en ambas poblaciones en contra de las directrices de su formación, pero IU ha secundado la moción en Villaba (Navarra), y Eusko Alkartasuna (EA) ha seguido un rumbo tan errático como el del PP. Por último, Aralar ha apoyado a ANV en Bergara.

Ni que dedir tiene que quienes sacan ventaja con esta situación son los ediles de ANV, que se niegan a condenar a los pistoleros de ETA que asesinaron al exconcejal Isaías Carrasco, como en el pasado hicieron ellos mismos con ocasión de otros episodios sangrientos y, antes de ellos, quienes les precedieron en la justificación de los desmanes de la banda. Pero, a renglón seguido, sale muy mal parada la imagen de los partidos democráticos vascos que se han desmarcado de alguna de las mociones: se han comportado con una incoherencia ideológica y una indisciplina política sin fundamento. La situación de riesgo personal permanente de algunos concejales, de sobra conocida, podría explicar el embrollo si no fuera porque desde los estados mayores se intenta justificar con razonamientos tan confusos como inconsistentes. Mientras tanto, los alcaldes de ANV siguen en sus sillones.