La actitud del presidente de EEUU, George Bush, es clara. Quiere una guerra, posiblemente considera que necesita una guerra, y va a hacerla. En esta crisis es quien engaña menos a los suyos y a los demás. Dice sin ambigüedad que la primera potencia mundial no precisa argumentos o legitimidades para hacer lo que crea oportuno. Tampoco le son imprescindibles los aliados. "El rumbo que tome este país no depende de las decisiones de otros" es un solemne grito subrayando que administra la ley del más fuerte.

FISURAS EN LA ONU Y EUROPA

Pero esta crisis no sólo va a dañar a Irak. Además de alejar todavía más a la mayoría de la población árabe de todo lo que lidera EEUU, debilita a los principales elementos estructuradores de la vida internacional. El menosprecio de la ONU, redondeado por el hecho de que EEUU ha introducido ya soldados en Irak sin esperar a que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se pronuncie, es otra carga de profundidad en contra de ella. Bush presume ante todo el mundo de que la ONU debe regir para todos --empezando por Irak-- menos para Estados Unidos. Eso es letal, y lo que puede venir en los próximos días tal vez acabará de dinamitar a las Naciones Unidas por unos cuantos años.

Pero, más cerca, las grietas también son espectaculares. Este conflicto demuestra sin paliativos que no existe una Europa unida con una política exterior y de defensa común. Y el artículo periodístico de pleitesía a Bush que le han dedicado Aznar y otros líderes certifica que la conciencia europea es tan sólo una entelequia. Porque sus firmantes sacrifican la unidad de acción de la Unión Europea a los hipotéticos dividendos políticos y materiales que pueda deparar a sus países la sumisión ante el repartidor norteamericano. Esos líderes europeos que ahora actúan en contra de la cohesión jurada y desoyen los deseos mayoritarios de sus opiniones públicas le asestan a la Unión Europea una puñalada semejante a la que sufren las Naciones Unidas.

AZNAR, NOSOTROS

Todo el entusiasmo europeísta desplegado por Aznar a lo largo del semestre de la presidencia española de la Unión Europea queda aplastado y neutralizado por esa carta, al parecer promovida en buena parte por él. Por ello, los ciudadanos españoles asistimos decepcionados a estos gestos políticos que nos vuelven a alejar desde todos los puntos de vista de Francia y Alemania, que son el centro de gravedad de nuestro continente, y nos dejan, como ocurría en el franquismo, dependientes de la benevolencia norteamericana respecto a lo que nos quieran mandar y lo que nos quieran dar desde ese continente que no es el nuestro.