El incremento de abortos en España pone de manifiesto el fracaso de la formación sexual de nuestros jóvenes. Es difícil de creer que carezcan de información: otra cosa es que se atengan a ella. Una de cada 100 mujeres de entre 15 y 44 años aborta cada año en España, una cifra que no para de crecer desde que, en 1985, se despenalizó la interrupción del embarazo en determinados supuestos. El aumento en el 2007 fue de casi un 10%, casi un 4,8% en Extremadura, que sigue estando entre las regiones con menor tasa abortista. Sería un error dejar de lado la responsabilidad de los padres en la educación, en este caso sexual, de sus hijos, y pensar que es la escuela la única, o principal, depositaria de esa tarea. La educación sexual, la viaria, la cívica... pueden ser reforzadas en el colegio, pero donde deben impartirse en primer lugar es en el hogar. Las administraciones deben facilitar el acceso a los métodos anticonceptivos, eliminando las barreras que levantan algunos profesionales de la medicina y de la farmacia por razones pretendidamente morales y reduciendo sus precios. Y deben evitar que la defensa del derecho al aborto pueda confundirse, de forma frívola, con el derecho a un método anticonceptivo más. Porque una cosa es estar a favor de una ley que permita el aborto libremente decidido por la mujer, y otra, no tratar de evitar que el número de interrupciones del embarazo --un trauma, en definitiva-- crezca sin control.