Jefe de servicio de Seguridad Alimentaria y Salud Medioambiental

En el año 1978 la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló como estrategia de su campaña de solidaridad en la aplicación de políticas de salud en los distintos estados del mundo la frase "Salud para todos en el año 2000". ¡Qué lejos quedan en el presente año 2003 aquellas buenas intenciones!

La auténtica realidad es que año tras año se puede intuir una mayor diferencia entre los niveles de salud de los países pobres con relación a los países denominados ricos.

Uso el verbo "intuir" porque los indicadores sanitarios no pueden en muchas ocasiones ni utilizarse, por la sencilla razón de que en muchos de esos países pobres no existen o no pueden obtenerse tales indicadores, al no tener implantados adecuada y seriamente los sistemas de información sanitaria de los que poder extraer información de los datos que pudieran aportarse desde los niveles asistenciales (que tampoco existen como tales) y valorar dichas diferencias.

En el campo de la salud pública, hablar de temas relacionados con la seguridad alimentaria o la salud medioambiental produce vergüenza sólo el nombrarlo, al tratarse de cuestiones de supervivencia para muchos millones de personas.

Sin embargo, estas desigualdades generan en nuestras conciencias un estado de malestar que muchas veces intentamos paliar con campañas de solidaridad mal entendidas, o "solidaridad de mando a distancia" en las que los gobiernos o las personas intentamos solucionar los problemas del "tercer mundo" sin implicarnos realmente en sus dificultades (¡no sea que nos salpiquen!).

De esta forma los que no sentimos ni tenemos problemas relacionados con el trabajo, el hambre, la sed o la carencia de atención sanitaria o sistemas de salud pública, podemos estar un poco más tranquilos, sosegados, inhibidos y aplicando "facto" el célebre refrán español de "mal que no veo, bien que me lo paso".

Pero el problema que se nos viene encima no tardará mucho tiempo en producirse, si alguien (no se sabe bien quién puede ser, porque las grandes naciones del mundo andan por la labor de "abrirse caminos" para asegurarse el porvenir) no pone remedio y planifica un programa real y factible para intentar nivelar esas diferencias tan abismales en el campo de la salud.

La cuestión es bien sencilla. La población del mundo crece a un ritmo importante, de tal forma que las proyecciones indican que para el año 2050 pueden habitar la tierra alrededor de 15.000 millones de personas, las ¼ partes de esa población corresponderá a los países pobres o en vías de desarrollo, que no podrán disponer de los medios o recursos sanitarios para atender a una población de tal volumen.

Pueden aparecer epidemias provocadas por la malnutrición, la falta de atención sanitaria, el deficiente control de la salud pública y, tarde o temprano, los países desarrollados sufrirán las consecuencias de las desgracias de sus vecinos ("efectos colaterales" creo que se denomina ahora).

Es necesario implicarse en la mejora de la salud de toda la población en el mundo, prever a través de la solidaridad y la prestanza la ayuda a los países que lo necesitan y no sólo desde los gobiernos que, efectivamente deben ser los cauces para la distribución de las ayudas, sino desde todos los sectores productivos y en general desde la toma de concienciación de todos los ciudadanos que disfrutamos de aceptables y envidiables niveles de protección de la salud en los países desarrollados.

Si no lo hacemos, quizás algún día (no muy lejano) nuestro estado de bienestar que tanto sacrificio y trabajo nos ha costado lograr, pueda verse muy seriamente afectado por ese desequilibrio "in crescendo" que desde hace varias décadas se viene produciendo en muchas partes del mundo, sin que se aborde un verdadero plan de nivelación del desequilibrio existente. Pensemos todos en ello al menos un momento aprovechando el Día Mundial de la Salud.