Siempre he pensado que el día 1 de enero de cada año debería desaparecer de los calendarios porque es el día menos aprovechado del año. Por lo pronto, al haber trasnochado, nos levantamos a las mil y, encima, bastante perjudicados por los excesos de una larga noche en la que nos proponemos cambiar nuestro mundo, el de los demás y el de todo el universo, propósitos que se evaporan nada más declinar el día porque resulta demasiado agotador mantener una responsabilidad de ese calibre.

Y esta apatía se ve alimentada por las televisiones que sólo nos ofrecen las repeticiones de la programación fiestera del paso de año. Y hasta los telediarios deberían dejar de emitirse ese primero de año porque las únicas noticias son sucesos: atentado en Estambul, incendio en Torrevieja (Alicante), se hunde el suelo de la discoteca de un pueblo de Zamora y dos mujeres mueren a manos de sus parejas o exparejas iniciando así una cruel lista, que año tras año va engordando y que no encuentra solución.

Conclusión, pasemos del día 1 de enero.