Los ministros de Economía y de Finanzas de Alemania y Francia se reunieron ayer en Berlín en busca de un acuerdo que permita sacar a Europa del atolladero. En resumen, las dos mayores economías de la zona euro tienen puntos de vista distintos sobre cómo salir del estancamiento en que se encuentra la UE. Alemania sostiene que es posible crecer sobre la base de aumentar la competitividad para exportar más y realizar reformas estructurales que minimicen el gasto público, en aras de reducir el déficit. Francia, por su parte, defiende que no puede comprometer una reducción del gasto si quienes pueden invertir para dinamizar la economía --los alemanes-- no lo hacen.

El debate podría eternizarse, pero por fortuna lo que todos han percibido es que si algo se está agotando es el tiempo. A la propia Alemania ya no le vale con ser un buen alumno de sus propias recetas. Si los demás no crecen, los alemanes no pueden exportar. Si no se gana en flexibilidad para reducir el déficit y activar la producción, los recortes son una tortura que no saca del pozo. Alemanes y franceses han hecho una primera declaración de intenciones. Unos están dispuestos a invertir más para tirar de la economía a cambio de que el programa reformista de los otros sea creíble. Las posiciones aún no son coincidentes, pero parece que el fantasma de una nueva crisis estimula la imaginación.