En el momento exacto en que estas líneas se escriben, no. Pero cuando lleguen a ustedes, será día de fiesta. En esta casa, El Periódico Extremadura, también lo es, ya que hoy se produce el lanzamiento del nuevo diseño de la web. Si el adagio sembraba la duda de renovarse o morir, en el mundo digital se ha revelado corto: el nuevo paradigma es la actualización (continua). A ninguno, los que escriben y los que leen, se nos escapa la paulatina pero imparable tendencia a la lectura desde dispositivos digitales, que suman ya gran parte de tráfico de los medios. A ese reto hay que responder. Aunque algunos aún disfrutemos del crujir del pasar de páginas absortos en un café y el zigzagueo entre páginas. No hay nada como la libertad de elección.

Una libertad que ha llevado a escoger este día de lanzamiento por su coincidencia del Día de Extremadura, 8 de septiembre. El calor de los autonomismos primeros, en ese despertar inocente/festivo que algunos -en beneficio propio- quieren convertir en resaca allá en el noreste, provocó que la distribución territorial y organizativa del estado mutara en orgullos de pertenencia. Ya existían, por descontado. Algunos con larga tradición. Pero la santificación autonómica fue una fiesta colectiva de salvas a la identidad regional.

En Extremadura esto se comprueba hasta en la configuración de los festejos. «Renacida» como autonomía, Extremadura quiso lanzarse a la calle. De repente, el tiempo de los nuevos himnos, banderas y demás signos externos, brotó como perfecto escenario en el que mostrar la satisfacción de saberse (y que los demás supieran) extremeños. Los primeros años, el 8 de septiembre era más una fiesta popular que una celebración institucional. Cada año, sin embargo, se restaba un poco de ese entusiasmo popular y se añadían pizcas de seriedad institucional. Un perfecto reflejo de la sociedad: Extremadura extendía un manto de seriedad representativa a la vez que los representados veían en el día poco más que una perfecta oportunidad para agarrar un puente (con algo de suerte). Mérida, la emérita oficial, ha suplido el entusiasmo diluido del resto de la región.

¿Qué se celebra hoy? Está claro: el día de Extremadura, «nuestro» día. Pero eso ya lo he dicho antes y ustedes se saben de sobra el verde, blanco y negro. ¿Qué celebramos exactamente los extremeños en nuestro día?

Tampoco es que haga falta mucho para celebrar. Pero el calado del día exige auténtico fundamento. En mi caso, sólo cabe suponer: celebramos nuestro pasado histórico, rico en Historia en mayúscula y presente en el imponente alzado de nuestro patrimonio cultural. Celebramos la belleza de nuestra región, la tremenda diversidad de zonas y paisanaje. Celebramos… en fin, no quiero adentrarme en lugares comunes, así que voy a dejar esto aquí. El pasado, incluido el presente. Pero, ¿y celebramos nuestro futuro?

No seamos agoreros, es evidente que Extremadura ha progresado notablemente los últimos 30/40 años. Lo que cabe preguntar es si muchos de los que se van a sentar a celebrarlo han contribuido decisivamente a ello. Era difícil estancarse en el entorno de un país como España que ha sido arrastrado a la cabecera de potencias económicas. Era complicado no aprovechar los cientos de millones de euros que han entrado vía Europa, inyecciones para evitar que Extremadura siguiera en la cola de regiones en desarrollo en Europa. Pero es que sigue ahí. Tal como se repiten los discursos de los presidentes de turno año a año.

Bajo el manto del orgullo (y olvidándonos de partidos e ideologías), el sustrato siempre es el mismo: en Extremadura lo sustancial es lo público. La iniciativa privada es sospechosa, segundona y sospechosa frente a la nobleza del sector público, que todo lo inunda. Y ahí seguimos: atrapados en el blues de Mérida sin poder salir.

Podemos desgranar los «males endémicos», pero es una lista de sospechosos habituales: paro, conexiones decimonónicas, infraestructuras desaprovechadas, subvenciones improductivas. En la radiografía saldrán puntos de salud, pero es sintomático que haya problemas que se hayan convertido en crónicos. Que se reciten de corrido, como una alineación titular. Y son los mismos porque la solución siempre parte del mismo sitio, de la misma creencia, de la misma estructura. A problemas cambiantes, actualizados se emplean (solo) soluciones clásicas. El rescate de lo público es nuestro mayor peso. Que celebren mejor vísperas.