El cantaor Diego el Cigala, bien solo o en compañía de otros (como Bebo Valdés), es la sensación del año. Después de Lágrimas negras, acaba de editarse el disco Tatuaje 2 dedicado a la copla, en donde aparece su sobrecogedora versión de Suspiros de España, la de la película Soldados de Salamina y que tanto gustó al inolvidable Vázquez Montalbán.

Diego el Cigala en realidad se llama Ramón Jiménez Salazar (Madrid, 1968), hijo del cantaor granadino José de Córdoba y de la salmantina Aurora Salazar, hermana del maestro del cante Rafael Farina. Lo de Diego se debe a una disputa familiar saldada salomónicamente: unos querían llamarle Ramón y otros Diego; se le registró con el primero, pero le llamaron por el segundo. El apodo se lo pusieron dos cantantes en alusión a su delgadez, y fue Camarón de la Isla, su gran valedor, quien lo elevó a categoría de alias.

Tan sólo era Dieguito cuando empezó a cantar. A los 11 años ganó un concurso televisivo, a los 12 dejó de estudiar y a los 13 ya ganaba para mantenerse. Enrolado en giras por medio mundo, se enganchó a las drogas "probando algo malo en Amsterdam" a los 17 años. Ha tardado 15 en salir del túnel, gracias sobre todo a su mujer, con la que tiene un hijo. Con tanto genio a su lado, ¿de quién aprendió más? No lo duda: de su madre. "Te canta por fandangos al oído y te caes p´atrás".