Su historia podría ser la de cualquier otra pareja. Pero no lo es. Porque no se ven muchos matrimonios de nonagenarios que conserven la vida, la lucidez y su pareja de toda la vida al mismo tiempo. Diego y Josefa llevan más de setenta años el uno al lado de la otra, y la otra al lado del uno. En las alegrías y en las penas. Dejándose la piel por sacar adelante a cinco hijos, y, después, viendo la vida pasar al son de los felices y pausados días en que se convirtieron en abuelos y bisabuelos de una multitud de criaturas. Observándolos se puede aprender lo que es el amor verdadero, el que con los años madura y se hace más sincero, porque ya no hay adornos que valgan ni fiebres que exciten los instintos. Tuve la suerte de conocerlos hace unos años, y siempre los he visto a los dos juntos. Al mirarlos, más de una vez, no he podido dejar de pensar que estaban juntos porque, entre otras cosas, no podían separarse el uno del otro. Porque sin ella, él no estaba completo, y sin él, ella tampoco. Porque los que algún día fueron dos, se habían fusionado en un solo ser repartido en dos cuerpos. Hace algo más de una semana, Josefa sufrió un ictus y fue hospitalizada. Parte de su cuerpo se paralizó. Y hubo un momento en que todos pensamos que no iba a despertar del profundo sueño en que cayó. Pero lo hizo. Despertó. Y comenzó a hablar. Y habló de macetas, de bodas, de los besos, de hijos y familiares, de su casa y de decenas de cosas más. Pero no dejó de tener a su Diego en la mente y en la palabra mientras mantuvo los ojos abiertos. Y ocurrió que Diego, con sus 95 años a las espaldas, fue a visitar a su esposa Josefa, de 93, al hospital. Y, allí, se besaron, una y otra vez. Y se acariciaron con ternura. Y entrelazaron sus manos. Y, sin darse cuenta, mientras se deshacían en cariños mutuos, sin saber si podrían volver a verse un solo día más, nos enseñaron una lección inolvidable sobre lo que es el amor verdadero. Estoy seguro de que nada ni nadie será nunca capaz de separarlos. Porque, cuando se ama así, ni siquiera los límites de la vida son obstáculo para permanecer unidos, en alma y corazón, por siempre jamás.