THtay gente a la que, con el afán de perder peso, se le va un poco --o un mucho-- la perola. Se obsesionan tanto con la báscula, que acaban perdiendo masa, sí, pero masa cerebral. Entre esa gente, los peores son los personajes famosos, por el efecto contagio que producen sus comportamientos. Viene esto a cuento de que en los últimos meses, y quizá por aquello de la llegada inminente de la estación estival, se han empezado a propagar unas dietas basadas en planes nutricionales de dudosas garantías en el terreno de la salubridad. Probablemente, siguiendo estos planes, se acaba consiguiendo una contracción de esas temidas cifras que se visualizan en las pantallas de los instrumentos de tortura que son las básculas. Pero, ¿a costa de qué? Les invito a que reflexionen sobre ello. Porque, por mucho que una actriz hollywoodiense --de nombre, Shailene Woodley -- predique las bondades de su dieta basada en la ingesta de arcilla, esta no deja de ser una dieta imbécil e insana.

Y no crean que la tal Woodley es la única a la que le ha dado por ahí, porque las mentecateces crean tendencia más pronto de lo que nos podemos imaginar. Y ahí está, para demostrarlo, la hija del rockero Lenny Kravitz , que es otra a la que también le ha dado por comerse el barro a puñados. Pero estas dos jóvenes no son las únicas que ponen a prueba su salud con experimentos alimenticios adelgazantes. Hay por ahí ejecutivos abonados a la dieta paleolítica, y conocidas cantantes y actrices que hacen la dieta del potito. Unos comen como los hombres primitivos, otras, como bebés. A todos les falta un hervor.