Al día siguiente de la gran manifestación de la Diada, con la nueva exhibición de músculo soberanista, había que prestar atención a las reacciones de las partes. Al menos de las que, en una u otra medida, tienen la sartén por el mango. Por el Gobierno central, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría , se mantuvo fiel al guión. Sin pestañear repitió un fácil silogismo que viene a decir: Los ciudadanos tienen todo el derecho a manifestarse. Nos da igual uno que tres millones. La ley es la ley. Hay un camino para cambiarla, pero todos saben que esa vía está cerrada por la mayoría absoluta del Partido Popular (y el respaldo crítico del PSOE). Luego, no hay más salida que regresar a casa y guardar las banderas hasta el año que viene.

Rajoy sabe que tiene a Mas entre la espada y la pared. Y ahí reside el segundo capítulo del problema. El Gobierno central puede activar el mecanismo para que el Constitucional (TC) prohiba la consulta, pero el presidente de la Generalitat tiene la potestad de convocar elecciones o de llamar a las urnas de la consulta antes de que el tribunal la suspenda. El dilema (teórico) de Mas no es convocar o no la consulta, si no mantenerla cuando el Tribunal Constitucional la haya prohibido, es decir quebrantar la legalidad. Encabezar la desobediencia civil, con las consecuencias, incluso penales, que ello supone. Pero más allá de ese gravísimo dilema, se plantea otro de eficacia, que ayer reiteró el president. Si la consulta no tiene todas las garantías democráticas --y es obvio que una consulta ilegal tendría muchas lagunas-- no servirá para que la comunidad internacional acepte el resultado. La consulta es una bala de oro que no se puede malgastar. Oriol Junqueras explica a menudo lo que le recomendaban en Bruselas cuando era eurodiputado: "You need a democratic mandate" ("Necesitáis un mandato de democrático"). ¿Cree ERC que una consulta a la brava cumpliría esa condición?

Se abre ahora una difícil partida de póquer en que un mal paso puede llevarle a uno a la ruina. Mariano Rajoy espera que la presión de la calle rompa la unidad de las fuerzas favorables a la consulta y sacar provecho de la división entre ellas. No resuelve, aunque gana tiempo. Mas buscará la forma de que Oriol Junqueras tenga difícil romper la baraja si no pone las urnas y respeta la ley. Quienes el jueves estuvieron en la V y los que no han de armarse de paciencia. Vienen días intensos e imprevisibles.