XLxa Comisión Europea ha examinado los progresos hechos por Turquía para poder ingresar en la UE y la respuesta ha sido satisfactoria. Hasta aquí una noticia perdida en nuestros principales diarios nacionales, todos adelgazados tanto en papel como en contenido por las vacaciones estivales.

Probablemente sea la decisión más importante que tenga que tomar la UE y va a determinar claramente la orientación final de la misma. La verdad, es que resulta difícil saber qué plantea más problemas, si su ingreso o su no incorporación. El rechazo de la UE a su integración en la Unión, puede provocar un basculamiento brusco de Turquía hacia supuestos afines con el islamismo fundamentalista; no debemos olvidar que el laicismo que implantó Kemal Attaturk en los años veinte, y que en alguna medida incorporó Turquía a los países occidentales, ha sido superado en las últimas elecciones y es un islamismo moderado el que gobierna, pero con claras tentaciones de actuar sobre las leyes para incorporar inspiraciones de las suras coránicas, lo que probablemente hubiese sucedido de no mediar un ejército que defiende la laicidad de manera muy activa, además de ser una pieza clave dentro de la OTAN.

El desplazamiento turco hacia el mundo islámico, sería perfectamente acogido por la teocracia iraní, con los que tienen el problema común de los kurdos, y provocaría un peligroso desequilibrio en Oriente Medio, el recelo israelí sería muy grande y por ende el norteamericano también. En este marco resulta imposible que el Reino Unido, por lazos de toda índole muy profundos, y Alemania, por razones económicas de mucho peso, no apoyen su integración, en Alemania además juega a favor de su posicionamiento la numerosa minoría turca. Con estos padrinos, la oposición francesa se irá paulatinamente debilitando y por lo demás, y a estos efectos, contenciosos como el chipriota cuentan muy poco.

En nuestro país es bastante conocida la pasión turca con criterios muy dispares según género. Con cerca ya de ochenta millones de habitantes, se convertiría en el segundo miembro de la UE con más población después de Alemania. Turquía es una potencia agraria muy importante, con grandes proyectos de regadío, unos en fase de ejecución y otros ya en funcionamiento, disponiendo de capital humano y desarrollo tecnológico suficiente para constituir un sector fuertemente competitivo; su desarrollo industrial está algo más atrasado, pero dispone de cuadros suficientes para posibilitar una deslocalización selectiva. Pero probablemente, el factor que más recelos despierta es su numerosa población y la capacidad migratoria de ésta, así como su difícil integración por el carácter islámico de la misma.

A España le importa mucho la cuestión turca, y todo aconseja unirnos al grupo de países que defienden el ingreso de Turquía en la UE. Primero por una cuestión de principios, que defienden los valores de la laicidad. En segunda lugar por nuestra ubicación geográfica, que nos sitúa como puente entre Africa y Europa. Y finalmente, porque muchas producciones turcas están ligadas a su carácter mediterráneo, ganando un aliado poderoso en los necesarios equilibrios de una UE que se perfila con más de treinta miembros.

Cada vez más la UE se perfila como un proyecto abierto, una zona sin fronteras definidas que recuerda mucho a la Liga Anseática, lo que por cierto es mucho más que una simple zona libre de barreras arancelarias, y que permite asociaciones de cooperación reforzada de las que Eurolandia puede ser un buen ejemplo. El rechazo de Turquía constituiría un trágico error que este mundo no puede permitirse.

*Ingeniero y director general de

Desarrollo Rural del MAPA