XSxon muchos los institutos de educación secundaria que en estos días se ven abocados a un cambio en sus equipos directivos. Y no siempre esos cambios se producen de manera suave, sino con convulsiones que por lo general pasan desapercibidas a la opinión pública. Opinión que quizás no sospeche hasta qué punto el buen funcionamiento de un centro de enseñanza depende de la solidez y rigor con que trabajen sus responsables. Se hacen con frecuencia sesudos planteamientos sobre temas educativos, lo cual está más que justificado, pero suele olvidarse que el día a día de cada centro, el buen o mal funcionamiento del mismo, su productividad , no sólo depende de los profesores y de los alumnos, o de los padres de éstos y la implicación que tengan en la formación de sus hijos, sino de la organización docente. De que los profesores sepan que al acudir a las aulas van a encontrarse con sus alumnos, de que los docentes que ejercen labores de tutoría tengan el apoyo necesario para realizar su tarea, etcétera. En tiempos como los actuales, de nuevos cambios legislativos en el terreno de la enseñanza, convendría analizar por qué existen tantas dificultades para encontrar entre los profesores candidatos a desempeñar la dirección de sus propios centros. Dificultades que, supongo yo, no existirían si en otras empresas, públicas o privadas, se pidiera voluntarios para dirigirlas.

Una primera razón podría ser la de que el desempeño de tareas de tanta responsabilidad no tiene la adecuada compensación económica. Y hay que reconocer que se trata de un argumento de peso aunque, a mi juicio, no sea el más importante. Pero es cierto que hay institutos enormes, y encargarse de su dirección, con las dificultades que ello entraña y la exigencia de trabajo que supone, no lleva aparejada una retribución económica proporcional. Se entiende, pues, que desde ese punto de vista, nadie encuentre suficiente aliciente para subir al ara del sacrificio en que se convierten algunos sillones.

Una segunda razón que explicaría la dificultad para encontrar candidatos a directores podría ser la insignificancia de éstos ante el poder omnímodo de la Administración educativa, que apenas si les deja resquicio para otra cosa que no sea decir amén a sus instrucciones. Como probablemente suceda en todo el ámbito funcionarial, en el de la educación acaso se valore más el coeficiente de flexibilidad de la cerviz que el criterio riguroso propio; el acatamiento de las órdenes que la eficacia.

A las dificultades anteriores se añaden otras. Como la imposibilidad material en que se encuentra el director de un instituto para adoptar medidas correctoras, pero no ya cuando es un alumno quien incumple sus obligaciones, sino cuando lo hace algún docente. Con la experiencia que me da haber vivido situaciones de ese tipo, puedo asegurar que el grado de cumplimiento de sus deberes por parte del profesorado es altísimo, y no creo que llegue al dos por ciento el porcentaje de quienes, docentes, no podrían ser calificados de muy responsables, pero ese dos por ciento existe. Y los directores de los centros han de comérselos con patatas fritas, si se me permite la expresión, año tras año: no hay forma de meterles mano. Una situación de este tipo es inimaginable en la empresa privada.

Finalmente, hay otra razón que desanima a cualquiera: el contexto social imperante, en el que la importancia de la educación está bajo mínimos, y en el que el modelo que triunfa es el de la zafiedad, la falta de esfuerzo, ¿qué puede hacer el director de un instituto, sus profesores, cuando nada más salir de él los alumnos ven lo que ven? El progreso material experimentado en las últimas décadas en nuestra sociedad no ha ido parejo de un progreso semejante en el terreno de la cultura, del amor por el trabajo bien hecho. Y contra eso, poco puede hacerse desde las aulas.

Por todo ello, hay que descubrirse ante aquellos profesores que, pese a tanto inconveniente, aceptan cargar sobre sus espaldas con unas responsabilidades que, salvo su propia conciencia, es más que dudoso que alguien les agradezca. Es admirable que aún existan ese tipo de personas.

*Profesor