TMtenos mal que el retorno del Discovery salió tal como señalaban las previsiones más optimistas. A ver si así recupera el ánimo el presidente Bush, al que parece que cada vez hay más ciudadanos dispuestos a amargarle la vida. Ni en su rincón texano de Crawford, donde pasa las vacaciones, le dejan tranquilo.

Sale del rancho, dispuesto a agradecer las muestras de afecto, y resulta que aquellos ciudadanos que le esperan cerca de sus posesiones le sacan una pancarta en la que lo menos ofensivo que se dice de él es mentiroso .

Está pasando por malos momentos y estaría muy bien que su amigo español, el señor Aznar, se ofreciera para acompañarle en este difícil trance y de paso servirle los cafés, tarea en la que el expresidente es muy esmerado, como quedó bien patente en el convite de las Azores. Hay una América gritona y pancartera, que le critica por el desastre de Irak. Aunque disminuía el apoyo a la permanencia de las tropas norteamericanas en el país que fue latifundio de Sadam, se confiaba que nunca bajaría del 40%. Ya ha ocurrido. Ha sido por primera vez y en la última encuesta se ha puesto en el 34%. Duele que mueran tantos compatriotas, pero ha de dolerle mucho también el desengaño sufrido.

Soñó que le llamarían George El Libertador , que iría a Irak y que le aclamarían las masas. Que el coche presidencial pasaría por debajo de arcos triunfales, que la población entera entonaría cánticos de bienvenida y que las madres pondrían a la prole en sus brazos para que la besara. La situación es bien distinta y en los propios Estados Unidos le persigue la matraca ciudadana de que los soldados vuelvan a casa. No ha de extrañar que se dirigiese a Dios para pedirle que el Discovery, por lo menos, saliera bien.

*Periodista