XUxna fecha conmemorativa ofrece siempre a un colectivo o la sociedad en su conjunto la oportunidad de evaluar el estado de lo que periódicamente reivindican. No hacerlo significaría atender sólo a lo anecdótico. También en los temas en los que la protagonista es la mujer.

Lograr la igualdad de género es una tarea mucho más compleja que la eliminación de otras disparidades. Como es sabido, la verdadera igualdad implica la misma igualdad en duración de la educación, en logros de aprendizaje y calificaciones y más tarde en oportunidades de trabajo y sueldos iguales para méritos y experiencias equivalentes.

Quienes creen que los niños y niñas reaccionan de diferente modo ofrecen, para explicarlo, tipos distintos de causas: funcionamiento diferente en los hemisferios cerebrales, hipotéticas diferencias psicológicas o incluso la educación que reciben en casa y en la escuela. Para los expertos el comportamiento de los adultos involucrados en la educación es un factor determinante en la creación de las distinciones entre géneros. Al fin y al cabo es en la escuela donde los niños y niñas aprenden a convertirse en hombres y mujeres a través del llamado currículum oculto (lo que se adquiere sin que se mencione explícitamente). Las relaciones sociales entre hombres y mujeres se reproducen en el sistema escolar pues la escuela no es un sitio de comunicación neutral de conocimientos. En los procesos de socialización humana cobran su importancia las relaciones de género. Estas se apoyan en las distintas disciplinas, en todo un entramado de elementos ideológicos y sociales siendo los mecanismos de cambio tan complicados dadas sus implicaciones políticas, jurídicas, etcétera.

Hablar, hoy en día, de discriminación sexual en la escuela parece innecesario. En principio la igualdad se presenta garantizada por la obligatoriedad de la educación mixta en escuelas sostenidas con fondos públicos. Y sin embargo hay quienes afirman que el androcentrismo es el esquema de pensamiento en el que se mueve la propuesta educativa hegemónica en nuestras sociedades actuales al reproducir la cultura y los valores dominantes con juicios de valor mediatizados por los estereotipos de siempre. Para combatir lo pernicioso de esta óptica androcentrista, que supone que la medida de las cosas se toma siempre de los varones, se buscan medidas positivas, entre las que encuentra la llamada coeducación, proceso de intervención a través del cual se potencia el desarrollo de niños y niñas, partiendo de la realidad de dos sexos diferentes para llegar a un desarrollo común y no enfrentado.

Porque coeducar no es yuxtaponer en una misma clase a individuos de ambos sexos, ni unificar, eliminando las diferencias al presentar un modelo único. No es uniformizar las mentes sino enseñar a respetar lo distinto disfrutando la riqueza que ofrece la variedad dijo hace mucho la experta Montserrat Moreno en uno de sus libros.

El patriarcado, toma de poder histórica por parte de los hombres, y el sexismo, conjunto de métodos empleados para poder mantener a un sexo dominado, son dos aspectos todavía hoy imbricados en el quehacer diario de modo tal que el modelo puede imponerse en los procesos educativos y producir discriminación contra quienes (hombre o mujer) no se adaptan al esquema dominante.

La escuela, como la familia, encierra la posibilidad de reproducir un modelo social o de cambiarlo pero para ello es preciso reforzar la formación del profesorado desde la perspectiva del enfoque integrado de género. La sensibilización de los integrantes de la red de formación en estos contenidos y la difusión de recursos y materiales didácticos apropiados son algunos de los pasos conducentes hacia una verdadera escuela coeducativa. Diez años después de Beijing y sus compromisos hacia las mujeres, parece llegada la hora de exigirle al sistema que no haga dejaciones de responsabilidad.

*Secretaria regionalde Educación del PSOE