Dice González Pons , banda sonora del PP furioso, que la imagen que transmite la Fiscalía es la de estar actuando a las órdenes del Gobierno. Es lo único que se le vino a la cabeza al saberse que la Fiscalía General del Estado ha recurrido ante el Tribunal Supremo el archivo de la causa seguida en el Tribunal Superior de Justicia de Valencia contra el presidente de la Comunidad, Francisco Camps , y otros dirigentes del PP por presunto delito de cohecho.

Es doctrina oficial del PP acusar a la Fiscalía de parcialidad y de doble vara de medir por no actuar del mismo modo, dicen, cuando son políticos del PSOE quienes están bajo sospecha. Una teoría no muy distinta de la que los dirigentes del PP sostienen cuando se trata de la policía, a la que ven como herramienta de Pérez Rubalcaba para reventar las expectativas electorales del PP en Valencia.

El argumentario es insoportable. Si seguimos su lógica, tendríamos que admitir una alarmante degradación en la profesionalidad de fiscales y policías. Tanta como para dar por hecho que su manipulación está al alcance de los políticos de turno que van pasando por el Gobierno. Aunque no sea eso lo que se quiere decir con tan irresponsables acusaciones, la deducción es que para que una vicepresidenta del Gobierno pueda manipular al fiscal, este tiene que ser manipulable. Para que un ministro pueda utilizar a la policía como un instrumento de partido, la policía tiene que prestarse.

Si la forma elegida por el PP para salir del charco en el que se ha metido con el caso Gürtel es celebrar un encuentro secreto Camps-Rajoy para pedir la dimisión de Zapatero , denunciar a la policía, crear una comisión de investigación también para las cuentas del PSOE o practicar el tiro al blanco contra Rubalcaba, es que el PP valenciano está más tocado de lo que parecía. En el Parlamento valenciano, Camps incluso ha vuelto a desarrollar su teoría de que sus barridas electorales le blanquean ante la policía, el fiscal, los tribunales y la Prensa nacional. Pues que sigan así. Rajoy siga pisando engrudo en el ejercicio de la oposición.