Poner un fondo común entre un grupo de amigos para adquirir bebida y consumirla en algún lugar público no es un hábito que pueda considerarse como novedoso, ya que hace casi treinta años también teníamos comportamientos parecidos; aunque ahora los chavales comienzan a edades más tempranas y tienen más poder adquisitivo, es decir, existe la posibilidad de ingerir alcohol con más asiduidad y en mayores cantidades.

Esta carta no tiene intención alguna de aportar sensatez o luz a las personas jóvenes acerca de los múltiples inconvenientes que puede causar el consumo frecuente y desmesurado de bebidas alcohólicas, pues sería un acto de ingenuidad por mi parte pretender ilustrarles al respecto; información empírica y objetiva tienen suficiente a su alcance.

Pero sí me siento en el derecho de reclamar una actitud social responsable por su parte, ya que, dejar basura o trozos de cristal en parques, playas o paseos, además de producir un efecto visual lamentable y ensuciar innecesariamente, puede causar accidentes que afecten a ciudadanos ajenos a la fiesta y, por supuesto, conduce a la implementación de medidas legales restrictivas y coercitivas que, sin duda, no les facilita las cosas.

Diversión sí, aunque inteligente y civilizada.

Alejandro Prieto Orviz **

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