WAw unque el presidente de Bolivia, Evo Morales, sostenga que "no hay ninguna media luna", la victoria del no a la nueva Constitución en los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, en el referendo celebrado el domingo, empaña la victoria del sí a escala nacional, consagra la división social entre indígenas y no indígenas y condiciona la aplicación de un texto pensado para refundar el Estado y rescatar de la postración a los más desfavorecidos. En un país en el cual el 60% de la población se considera indígena, este ha sido el porcentaje obtenido por el sí en el cómputo global, pero no es menos significativo que el grueso de los noes se haya registrado en las regiones autonomistas --la media luna--, ricas en recursos energéticos y donde más débil es la influencia del MAS, el partido de Morales. Solo un pacto puede evitar que rebroten las disensiones entre La Paz y los gobernadores díscolos. El país más pobre de Suramérica carece de capacidad de resistencia para sustanciar las tensiones entre el poder paceño y los políticos de ascendencia criolla, que se escudan en las reivindicaciones departamentales para combatir el programa indigenista de Morales. Como ha quedado demostrado, la mera coordinación a la que ha aludido el presidente al proclamar el final del "pasado colonial, el neoliberalismo y el latifundismo" no parece suficiente para cohesionar al país y liberarlo de la pobreza, que obliga a más de dos millones de ciudadanos a subsistir con dos euros al día.