El presidente del Gobierno, José María Aznar, abogó ayer porque los partidos firmantes del pacto antiterrorista eviten las divisiones, ya que acaban siendo "un arma más en manos del terror". Son unas palabras cuya oportunidad podríamos suscribir si se tratara de una autocrítica de la manipulación partidista de la lucha contra ETA por el PP.

Su candidato a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, incurrió exactamente en la actitud que critica Aznar cuando el domingo, en un acto preelectoral, instó a los socialistas a explicar por qué mantienen un pacto con Esquerra, de la que dijo que ha ayudado a "dibujar el mapa del terror con la banda". Por desgracia, es de temer que las palabras de José María Aznar no fueran una desautorización de Mariano Rajoy, a quien en la Moncloa consideran, en todo caso, aún demasiado blando, sino una nueva acusación al PSOE por su política de pactos.

El permanente chantaje electoralista para que todos los partidos asuman con disciplina la política que dicte el Gobierno, aun cuando su sectarismo beneficie más a ETA que a la unidad de los demócratas y a la pacificación de Euskadi, sí es una vulneración del pacto antiterrorista y una fuente de divisiones que se debería evitar.