WLwa política de reformas en el campo de los derechos civiles, que José Luis Rodríguez Zapatero fijó como uno de los grandes objetivos de su Gobierno, vivió ayer una jornada simbólica. La aprobación en el Congreso de las leyes para agilizar el divorcio y aceptar el matrimonio de las parejas homosexuales en plena igualdad de derechos que las demás es una conquista social.

La ley del divorcio de 1981 nació con cautelas, frenos y tutelas sobre la decisión de los cónyuges, que sólo eran comprensibles tras 40 años de prohibición, pero hoy ya no tenían sentido. El doble trámite de separación y divorcio, ahora suprimido, únicamente encarecía, dificultaba y alargaba innecesariamente la agonía de los desencuentros de las parejas. Más compleja es la custodia compartida de los hijos: no es seguro que toda la sociedad española esté ya madura para una aplicación sin tensiones de la siempre difícil corresponsabilidad de padres y madres. También hace 25 años hubiese sido inimaginable la aprobación del matrimonio homosexual. Hoy, la mayoría de españoles asume la igualdad de todos por encima de sus preferencias sexuales, y empieza a aceptar el derecho propio y ajeno a vivir con el tipo de pareja y familia que se desee.