En el partido de Liga entre el Villarreal y el Real Madrid, Sergio Ramos rindió el enésimo homenaje al fallecido Antonio Puerta mostrando una camiseta interior en la que podía leerse: "Puerta, hermano, no te olvidaremos". Sus compañeros lo arroparon. Robinho le ayudó a levantarse la prenda y Van Nistelrooy puso su mano sobre el corazón de Ramos mientras éste levantaba la mirada y señalaba al cielo. Aunque jugaban fuera de casa y el gesto se produjo en la celebración del tercer gol del Madrid, la grada del Madrigal se olvidó por un segundo de la pesadilla y le devolvió un aplauso. Sólo el árbitro, Medina Cantalejo , discrepó y le mostró la tarjeta amarilla. Dice que aplicó el reglamento.

Es verdad que el reglamento de fútbol especifica que "los jugadores no deberán mostrar camisetas interiores con lemas o publicidad", pero también lo es que ésta como otras normas debe pasar por el doble cedazo del sentido común y de la intencionalidad. El propio presidente de la FIFA interpretó hace unos meses que gestos así sólo deberían penalizarse cuando fuesen una provocación, una incitación a la violencia o una estrategia para enfangar el encuentro. Por eso los jugadores del Barca se presentaron en el trofeo Joan Gamper con la camiseta del Sevilla y los compañeros de Puerta jugaron la final de la Supercopa de Europa con camisetas que llevaban impresas el nombre del jugador, sin que a ninguno de los dos árbitros se les ocurriese mandar a los futbolistas a los vestuarios en aplicación del reglamento.

El deporte es laboratorio ideal en el que poner a prueba lo mejor y lo peor del factor humano. La oleada de afecto que ha suscitado la muerte de Antonio Puerta ha dinamitado algunos rancios estereotipos y nos ha mostrado lo más noble de la pasión que despierta el fútbol. El sentido homenaje al rival forma parte de ese territorio. Y si un reglamento deja grietas que permiten penalizarlo como se castiga un corte de mangas, hay que cambiar el reglamento o amonestar a quien lo aplica de manera tan desviada. Quizá Medina Cantalejo no vio lo que llevaba escrito Ramos en su camiseta. Pero cuando se enteró, en vez de pedir disculpas se acogió al reglamento, lo que merece doble amonestación: por quedar fuera de juego y por no reconocerlo.