TEtsta semana trepidante que ha deparado un juez estrella al borde de un ataque de nervios y un ministro dimitido, no por cazador sino por chulo, culmina hoy cuando sabremos quién ha ganado las elecciones gallegas y vascas. ¿Le dará su tierra un respiro a Rajoy en este negro invierno de espías, corrupción, querellas y aforados filtrados o lo devorará el círculo infernal acción-reacción de los suyos? ¿Habrá aprovechado lo suficiente el delgado candidato pepero las oportunas fotos del yate de uno y los gastos suntuarios del otro? Gane quien gane, Galicia ha padecido una campaña asquerosa donde los partidos, más ocupados en destruir al rival que en servir al pueblo que les vota, han expuesto sin rubor las vísceras malolientes del rival político en espectáculo putrefacto de tele- basura. El PSOE se presta a recoger los frutos del escándalo que salpica de modo ya irremediable al PP nacional y este ha contraatacado dedicándose a la fácil tarea de repartir la porquería por todas partes para que se note menos la propia.

En el País Vasco la cuestión es palpitante. ¿Ganarán por fin los constitucionalistas? Si es así, ¿lograrán ponerse de acuerdo socialistas, populares y Rosa Díez , contra la que Patxi López dejaba el otro día entrever una extraña inquina, impropia de un hombre tan estable y ponderado como ha demostrado ser? El deseo de muchos es que por fin cambie algo en las benditas Vascongadas. Que no tengamos que volver a ver nunca a una buena persona dominada por la ira santa, reflejando en su joven rostro el desconcierto por lo que estaba haciendo: "Yo nunca había hecho una cosa así". Un trabajador a cara descubierta esposado por una autoridad con la cara cubierta. Por haber destrozado un local declarado ilegal de un partido declarado ilegal. Haciendo justicia porque los que tienen que ejecutar las sentencias no lo hacen. Y contra el pensamiento único que impera allí diré aquí que Jesús también expulsó a los mercaderes del templo y que hasta la Iglesia justifica el tiranicidio. Mucho más cuando el tirano se llama terror. Con mayúscula.