Profesor

De los primeros debates post 25-M en la Asamblea de Madrid se me quedó grabada sobre todo una frase del nazi por excelencia, Goebbels, dardo envenenado que se intercambiaron Aguirre y Simancas tras el bochorno tránsfuga, que viene a decir que una mentira, a base de repetirla y con suficiente apoyo mediático, se convierte en verdad irrefutable. Y creo que, muy a mi pesar, va a haber que darle la razón al nazi.

No se han prodigado precisamente las alabanzas periodísticas a la gestión de Esperanza Aguirre en ninguno de los altos cargos que hasta ahora ha ostentado. De su paso por el Ministerio de Educación y Cultura quedan perlas para el recuerdo como la confusión del Nobel Saramago con Sara Mago ("¿una excelente pintora?", dijo). Y no creo que fuera un desprecio voluntario en función de las ideas políticas del escritor, porque eso habría sido de juzgado de guardia. Dejémoslo en ignorancia, que en su cargo ya era grave...

Fue el blanco preferido de Caiga Quien Caiga , donde, de excelentísima señora condesa y grande de España cónyuge, pasó a ser Espe . Pija, siempre de alta costura, oliendo a Loewe, sonriente y más bien tontita.

Nadie daba un duro por su carrera política después de la cruzada a favor de las Humanidades, que consiguió poner a vascos y catalanes en pie de guerra. Nadie salvo Aznar, que la designó para presidir el Senado. Aquello fue interpretado por algunos como un mensaje subliminal del presidente para que todos supiéramos qué piensa él de la Educación, de la Cultura y del Senado, pero para una gran parte de la gente, si el jefe la designaba para la Cámara Alta es que de tonta no tenía un pelo. Tampoco allí hizo mucho, porque en ese puesto poco hay que hacer, dada la condición de esa Cámara, tan inútil como inane en la vida política. Pero ahí estuvo.

Para colmo, Aznar, supongo que con el beneplácito del rey de Madrid, Gallardón, o quizás a indicación suya, quién sabe, que rodearse de mediocres es lo mejor para despuntar, vuelve a colocarla en un puesto estrella, la presidencia de la Comunidad de Madrid. Tres veces, tres, y seguidas además, Espe recibe la confianza del nuevo dios. Errores políticos de la oposición aparte, algo hay claro en su victoria absoluta: la gente, el pueblo, la peña, o sea, el personal, a fuerza de repetírselo, ha llegado a creerse que Esperanza Aguirre es una persona inteligente, preparada (culta, no, pero, ¿en comparación con quién?), eficaz y buena gestora de las ideas del PP (ya se cuidó de no hablar en el discursillo de la victoria de su programa o de su gobierno. Todo del PP). Pero así parece, aunque nadie se lo haya visto por ninguna parte; aunque desde lo de CQC, que dicen las malas lenguas cerró Aznar porque empezaban a hacer lo mismo con su señora, parece que alguien le haya dicho que repita las consignas y deje de pensar por sí misma, que es peor, ahí está, presidenta y con mayoría absoluta.

Lo dicho: Vamos a tener que aceptar que un nazi tenía razón. Algo tan duro como ver Madrid en sus manos. Pero ellos, los madrileños chulapos, castizos y sabelotodo, lo han querido.