La madrugada del viernes, 7 de agosto, falleció una persona. Esa persona tenía unos familiares, unos amigos y unos conocidos para quienes su pérdida habrá sido traumática; esa persona también tenía unos proyectos, unas ilusiones y unas metas que se vieron truncadas. Me permito dirigir esta carta a los seres queridos de esa persona. En primer lugar, quiero decirles que siento muy de veras la pérdida que experimentaron. Yo también sé lo que es perder a un familiar cercano. Pero también deseo comunicarles que, gracias a la generosidad de los donantes de órganos, otras personas --yo soy una de ellas-- que estaban médicamente sentenciadas por ser enfermos terminales han recibido los órganos que fueron cedidos para efectuar un trasplante mediante el cual pueden seguir viviendo. Los que esperábamos ser trasplantados veíamos que nuestras esperanzas e ilusiones se iban apagando día a día. Sin embargo, la noticia de que había llegado una solución nos hizo recuperar las ilusiones. A los seres queridos de aquella persona que falleció deseo decirles que, en cierto sentido, su familiar, su amigo, no murió del todo; sigue vivo de alguna manera en las personas que hemos recibido alguno de sus órganos. Los logros y las metas que en un futuro podamos conseguir son los logros y las metas que también conseguirá su ser querido, pues sin su generosidad no habría sido posible. Naturalmente, la donación de órganos es anónima. No sé, ni nunca sabré, de quién recibí el que ahora disfruto, pero a todos aquellos que consideran la donación como una opción para el momento de su muerte, muchas gracias. Con todo el cariño y con todo el corazón.

S.T.S. **

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