Si quieren que les diga la verdad, por más vueltas que le doy, no acabo de encontrar la razón de por qué los cacereños hemos dejado de disfrazarnos en Carnaval, después de haber llenado las calles de Cáceres durante cinco o seis años, allá por los ochenta, de arlequines, payasos y princesas, o de espantajos, mendigos y marujonas tetudas con rulos, que era lo más socorrido. Habrá que contratar al teniente Colombo en persona --no a uno de esos amigos míos que se disfrazan de él todos los años en Badajoz; Mérida o Navalmoral--, a ver si da con el espíritu maligno anticarnavalero que se ha adueñado de Cáceres y nos ha metido la vergüenza en el cuerpo, esa que nos encoge el sentido de la guasa y no nos deja salirnos de nosotros mismos, que a veces es una terapia magnífica para desconectarnos de nuestras neuronas más reprimidas.

Para quien no lo sepa, en Cáceres los carnavales tuvieron un punto de inicio: el primer café cultureta que hubo en la ciudad, llamado La Machacona --no sé qué será ahora de ese establecimiento--, en el que empezaron a reunirse varios clientes disfrazados que fueron contagiando al resto. A partir de ahí, en años sucesivos, el concejal de festejos de entonces, Agustín García , de UCD, subvencionó y premió a los cacereños que formaron murgas, e instaló una gran carpa en la plaza Mayor que ayudó a dinamizar el Carnaval en la ciudad. Fue entonces cuando la gente se colocó la careta, y el que salía a la calle sin disfraz se ponía más colorado que un tomate, vamos que se le miraba como a un bicho raro, aparte de ser sometido a la mofa de los libertinos con máscara. La vergüenza se disfrazó de desvergüenza.

¿Que pasó luego? ¿Por qué se vinieron abajo los carnavales en Cáceres? ¿La falta de subvenciones desanimó a las murgas? ¿Falta de acuerdo entre organizadores y participantes? ¿No será que los cacereños, en el fondo, somos apáticos y nos cuesta motivarnos?

Este año el ayuntamiento ha colocado una carpa en la plaza Mayor, y ni así. Nos hemos visto en la calle los de siempre, con la pinta de siempre y la cara de todos los días. Un año más la desvergüenza no se ha quitado el disfraz de vergüenza.

*Pintor