El vicepresidente Rajoy ha reaparecido como máximo responsable de las consecuencias del hundimiento del Prestige para volver a demostrar que es capaz de informar sin explicar: el petrolero hundido a 4.000 metros cerca de las costas gallegas ya no vierte fuel, aunque no se sabe muy bien a dónde han ido a parar unas 23.000 toneladas de crudo que no están ni en las bodegas del buque ni en las costas ibéricas o francesas. Si la comparecencia de Rajoy era un intento de reparar la política de ocultación sistemática de la catástrofe ecológica --agravada por la descarada condecoración de Fraga a Alvarez-Cascos--, tampoco aclaró nada. En Francia se cree que las toneladas de fuel desaparecidas están en el mar y se advierte del peligro de que esa mancha flotante llegue de nuevo a tierra firme. El dato es creíble porque ya en los primeros días de la zozobra del Prestige fueron los servicios públicos franceses y portugueses los que informaron con más rigor. Y no es extraño, porque los altos cargos españoles responsables del alejamiento del Prestige declararon ante la comisión de investigación francesa, lo que no hicieron ni en el Parlamento gallego ni en el Congreso.