José Luis Rodríguez Zapatero ganóen el 2004 con el objetivo de arreglar dos problemas de España: el encaje de Cataluña yel fin de la violencia.

El PP no lo puso fácil. El Estatut está vigente, pero pende del Tribunal Constitucional (TC), y el proceso de paz descarriló por la irracionalidad de ETA.

El PSOE dejó pelos en la gatera, pero serevalidó en el 2008. Aunque de forma modesta.

Subió cinco diputados, uno menos que el PP. Y no logró la ansiada mayoría absoluta.

Hoy estamos en el ecuador de la legislaturade la crisis. En el 2007, antes de las elecciones, el PIB crecía un 3,6% y el paro era del 9,6%. En el 2009la economía cayó, también un 3,6%, y el paro se dobló: 4,3 millones de desempleados frente a 2,1 millonesen marzo del 2008. No extraña, pues, que,según un sondeo, el 72% de los ciudadanos creaque la situación es mala.

Lo que no es automático es el malhumor político. El 53,5% (contra el 6,8%) cree mala la situación política y los partidos son ya el tercer problema de los españoles. La explicación es que ni Gobierno ni oposición han afrontado la crisis con responsabilidad. Según el CIS, solo el 12,1% aprueba la gestión del Gobierno (el 34,7% hace dos años), ningún ministro aprueba (ochoen abril del 2008) y la desconfianza en Zapaterose ha disparado al 71%.

Más raro es que esto no beneficie al PP. La desconfianza en Rajoy es mayor (76%) y soloel 10,5% aprueba su labor de oposición. El presidentese desploma, pero Rajoy todavía gusta menos. Quizápor el catastrofismo de su discurso. Cierto que el CIS da una ventaja de cuatro puntos al PP. Pero porque mientras los populares no suben del 40% del 2008,los socialistas bajan del 43,8% al 36,2%. Pueden ser votos más durmientes que perdidos. Por eso el pronóstico es incierto y hay crispación.

Los españoles desearían un amplio pacto delos dos grandes partidos. Pero su concreción es casi imposible. Lo que si es exigible a todos lospartidos es sentido común. Que la crítica dura no degenere en demagogia.

También hay que constar que, cuando gobierna,la derecha tiene el apoyo de la mayor parte del poder económico, judicial y mediático, mientras que la izquierda lo hace más desasistida. Lo que pasa en el TC, o en la sala segunda del Supremo, lo prueba. Quizá por eso Zapatero no acertó al volver a gobernar, en la peor crisis desde 1929, sin pactos de legislatura. Es duro hacerlo sin mayoría, con crisis, y con la prensa y los jueces de derechas a la greña.