TMtírala. Ahí está en el lugar más visible del salón. Antes era panzuda, y pesada, y hoy, una lámina. Pero siempre tendrá un respeto. No hay casa, tugurio, ni cabaña que no tenga este aparatejo. Coqueta y provocadora, sabe que la necesitamos. Para bien y para mal. De ella se han dicho sarcasmos y altos elogios, pero todos abren sus pantallas cuando dan la final del campeonato entre el club de sus amores y otro cualquiera.¡Faltaría más! Aunque algunos la insulten con todas las lindezas que sabemos. ¿No es esto hipocresía, sin más?

Podemos hacer dos listados: con calificaciones y dicterios, o con encomios y alabanzas, que la suben a los altares o la bajan al infierno. Pero aquí pasa como en los toros, que para unos el "arte de Cúchares" es lo más sublime y para otros, un bodrio. Ya Aristóteles decía que en el medio está la virtud. Y es verdad. Sólo algunos valores son asumidos, en todo tiempo y lugar, por universal consenso. De todos modos, siempre está el gusto personal que nos hace disfrutar de algo o reprobar lo que para otros es paradigma de perfección, pues el elogio y la crítica son caras de la misma moneda.

XCON LA TELEx todo cambió. Nos íbamos a la cama temprano, cuando aún no estaba inventada, y ahora, trasnochamos, enganchados al serial de turno, al programa de ocio, o al film alucinante. Hay quien dice que es una hija del cine que le ha salido disipada y de malas costumbres. Y que no se lee nada, donde funciona, diariamente. Hasta Churchill afirmó: "¿para qué necesitamos ese aparato de vistas sicalípticas?" Pero Fernán Gómez aseveró: "Nunca pudo soñar un director teatral o novelista en los millones de espectadores que tiene la tv".

Muchas cosas hemos dicho de la televisión: niñera electrónica, escuela paralela, caja tonta, almohada de insomnes, verdugo del diálogo familiar, o magnífica ventana al mundo y hermoso señuelo de grandes reportajes. Pero, al fin, la cuestión reside en su uso, pues el abuso produce el efecto contrario de lo buscado. Hay tiempo para la tele y para una buena lectura, para ir al campo o a una corrida de toros. Por lo que no debe ser el chivo expiatorio de nada, porque es un espejo en el que todos nos miramos, y, al mirarnos, nos reflejamos. Es cierto que en ella se cuentan las guerras, la muerte y la degradación, pero, a la vez, enseña, educa, informa, entretiene y da cultura. Y no la culpemos tanto, pues refleja imágenes de lo realizado por nosotros mismos.