Escritor

Perdonen que me repita, pero no puedo por menos que volver a expresar aquí mi sorpresa, teñida de alegre extrañeza, por el ritmo inaudito al que siguen saliendo nuevos libros de escritores extremeños, en especial de poetas y, más en concreto, de poetas de mi generación. Lo normal es que un poeta entrado ya en la cuarentena, esa edad crítica con pedigrí literario, dé a la imprenta sus libros más de vez en cuando. Hay excepciones: algo más de cuarenta tiene Zambrano, aunque no los aparente, y ahí le tienen.

Soy rigurosamente contemporáneo de los poetas que voy a citar. Si no me equivoco, los tres nacimos en 1959, que es tanto como decir, ahí es nada, a mediados del siglo pasado. De los dos he hablado alguna vez en este rincón. Me refiero a Jesús García Calderón y a Antonio María Flórez. Dudo que se conozcan entre ellos. Tienen en común muchas cosas. Además de nacidos en Extremadura, ambos salieron pronto de su tierra donde vuelven esporádicamente pero a la que se sienten vinculados. Los dos han estado por aquí hace poco. Este periódico, siempre atento, dio cuenta en su suplemento cultural de la visita de Flórez y no pudo hacerlo de la visita de García Calderón porque sus viajes son siempre clandestinos por culpa de la amenaza terrorista que pesa sobre él. Tanto Jesús como Antonio María son titulados superiores. En Derecho el primero y en Medicina el segundo. Uno trabaja en Granada como fiscal jefe de Andalucía, ya saben, y el otro ejerce como médico deportivo en Colombia. Aunque practican otros géneros literarios, a los dos les ha dado por la rareza de escribir poesía. Los dos, en fin, acaban de sacar sendos libros de poemas. García Calderón repite en la acreditada Colección Angaro de Sevilla (ciudad en la que residió varios años), donde ya publicara su libro anterior, La moneda secreta , y donde también vieran la luz algunos libros de nuestro admirado Delgado Valhondo al que dedica, por cierto, uno de los mejores poemas de su última entrega, por ahora, Hacer es destruir. Los lectores habituales de Jesús nos encontramos con el mismo mundo itinerante y transitorio del grave poeta pacense pero ahondado, enriquecido. Sus versos impecables (tiene un oído magnífico) nos trasladan a unas atmósferas muy cercanas presididas por casas alquiladas, personajes oscuros, calles de ciudades extrañas y paseos por la soledad y el silencio. La suya es una poesía inseparable de la vida, de la suya, es verdad (siguen apareciendo en sus poemas policías, delincuentes, inmigrantes, compañeros de profesión) pero también de la de todos. Siento una gran curiosidad por ver qué nos deparará en el futuro este poeta que anda regularmente embarcado en interesantísimos viajes lejanos de los que no quisiera dar uno aquí más pistas. Viajes que le han llevado a la inquietante Colombia, donde reside Antonio María, quien con Desplazados del paraíso ganó el prestigioso Premio Nacional de Poesía "Ciudad de Bogotá" gracias a un jurado donde figuraban dos nombres capitales de la nueva poesía colombiana (editados en España): Juan Manuel Roca (Igitur) y Piedad Bonnet (Hiperión). También es ésta una poesía apegada a la vida, si bien más hímnico y transparente: con otra música, si quieren. La infancia, la violencia (inseparable de la realidad del país), la muerte (otra cara de lo mismo), la mujer, la ciudad son algunas de las líneas temáticas de este sugerente libro. Debo reconocer que, como lector, aprecio un cambio sustancial de Flórez en esta entrega que preludia importantes libros futuros. Es muy gratificante tener que hablar tan a menudo de nuevos libros y, para algunos, de nuevos autores. Señal de que la nueva literatura de Extremadura o escrita por extremeños se está ganando a pulso el lugar de honor que empiezan a reconocerle por ahí fuera.