TLta primavera sacude la modorra invernal vistiendo de hermosos colores y llenando de perfumes el ambiente que vicia nuestras miserias. Este despertar de la naturaleza lo percibimos en los campos y jardines de nuestra ciudad. Una mañana me paré a contemplar la hermosura de una rosa y escuchar el susurro de la naturaleza expresado en su olor penetrante y dulce. La vida de los hombres, parecía decir, es una cadena formada por numerosos y heterogéneos eslabones y el vínculo de oro es la amargura. Me quedé estupefacto y pensé: los hombres podemos endulzarnos la vida mutuamente; pero también amargárnosla. ¡Y qué amargura cuando se defrauda la mutua confianza, con culpa o sin ella! El dulce amor con qué facilidad se convierte en pasión, que degenera en crueldad inhumana.

Ahí está, en el recuerdo de todos, el marido que terminó con la vida de dos de sus hijos más su esposa incendiando la casa; y la historia del asesino que apuñaló a su esposa y sintiendo pena de sus dos gatitos que quedaban solos solicita a la juez llevárselos consigo a la cárcel.

Aquello que es la corona del hombre y que le pone por encima del animal, la conciencia, ¡qué impotente y oscura se vuelve...!

*Sacerdote