Por Por fin, después de tanto tira y afloja, de tanto sí pero no, de tanta demagogia, de tantas y tan veladas sospechas nunca esclarecidas, de tanto miedo a las próximas elecciones municipales y autonómicas, de tanto majadero (y no utilizo el masculino/femenino porque no me da la gana) jugando a ser el más importante en tan decisiva cuestión, el Corte tiene casi vía libre. Sólo le falta el visto bueno de la Junta, pero está claro que no va a haber cambio de opinión. Se jugará un rato con la sospecha, la pequeña corrección de algún punto del plan, el ataque al promotor (más le valdría haber patrocinado una refinería), todo para quedar bien ante el futuro cartel electoral y, de paso, no enturbiar la crónica de esa retirada anunciada por el jefe. Sencillamente, no hay güevos para echar para atrás a El Corte Inglés . Ni siquiera para cambiarlo de sitio.

Vaya por delante que no tengo nada en contra de que se abra un nuevo centro comercial en Cáceres. Habría preferido una Fnac, pero no se puede tener todo en esta vida, así que habrá que aceptar la llegada del gigante, paso obligado, según parece, para llegar a ser una ciudad con estilo y con categoría. Vamos, que a lo mejor hasta conseguimos la capitalidad cultural sólo por eso.

XALGUN DIAx, espero, me explicará mi alcalde eso de las sinergias que, dice, provoca un negocio de este estilo. Desde mi humilde conocimiento, todo lo que se me ocurre es que la calle Pintores se queda con dos o tres franquicias de las gordas. El resto, apaga y vámonos. Al Corte, claro. Como hicieron El Siglo, Siro Gay, Mendieta, Gozalo, negocios todos ellos muy cacereños de toda la vida, ante el empuje de las franquicias y cadenas de nueva creación.

Sí es preocupante que prácticamente toda la vida política de esta ciudad haya dependido, en los últimos meses, de la instalación de un centro comercial. Pobres, muy pobres de objetivos andamos a unos meses de las elecciones.

De la sospecha del pelotazo, tan de moda, tan eficaz para aniquilar al contrario, con el paso de los días y el cambio evidente en las posiciones, pudimos llegar a pensar que todo se reducía a la eterna pregunta: ¿y a mí cuánto me va a tocar? . Porque aquí intervenía todo el mundo que podía en cuanto tenía ocasión. Bueno, todos... no.

Lo verdaderamente curioso de todo este asunto es el silencio prudente, humilde y contemplativo en el que han estado sumidas las auténticas beneficiarias del negocio: las hermanas Carmelitas. Porque está claro que son ellas las que se van a llevar el gran bocado de esta tarta. Tan grande que nadie sabe en realidad cuánto les va a tocar. Hablar de ello y de ellas ha sido prácticamente tabú, propio sólo de algún que otro rojo, ateo y masón malpensado. Aunque en un proceso como éste, tan lleno de cotilleos, rumores y murmuraciones, con tanto número millonario bailando según quien llevaba la orquesta, es normal que la gente quisiera enterarse de algo más. Como es normal suponer que su colegio será, ahora sí, el más exquisito de Cáceres, dotado de todos los medios imaginables para el mejor desarrollo de su labor educativa y pastoral. ¡Qué maravillosa ocasión para dedicarlo a alumnos pobres o con problemas de marginación social: inmigrantes, gitanos, niños abandonados...! ¿Se lo imaginan? Por primera vez en nuestra pequeña historia, la ciudad tendría a los más desfavorecidos en pleno centro, en uno de sus barrios más cualificados. ¡Qué estupendo ejemplo! De Premio Nóbel de la Paz, fijo.

Pero creo que me equivoco: hubo ya un caso así en nuestra ciudad: las Hermanitas de los Pobres. Se les ofreció lo que se pueden imaginar y más, a cambio de su solar. Entre otras cosas, según me contaron, una especie de Residencia de lujo en el campo, allá por el Monte del Casar. Sin embargo, de acuerdo con la superioridad de la orden, prefirieron invertir en el nuevo edificio que ahora tienen a disposición de los pobres, en el mismo Paseo de Cánovas donde estaban antes. Casi nada. Y ahí están, por estas y por otras muchas cosas como ésta: Premio Príncipe de Asturias a la Concordia.

En cualquier caso, las hermanas Carmelitas harán lo que quieran porque están en su derecho. Son las dueñas del solar y pueden hacer con él su santa voluntad, siempre que no vaya contra la ley. Y si va, pues se cambia. La ley, claro. Sobre todo si junto a su proyecto se presenta el de El Corte Inglés . Porque las viviendas anexas serán de protección oficial, ¿no? Ya puestos...

*Profesor