En realidad el ecologismo es una opción, pero tendría que ser una obligación. Todos deberíamos reciclar la basura, dosificar el consumo de agua, moderar la utilización del coche, consumir sólo la electricidad necesaria, alargar en el tiempo el uso de electrodomésticos. En fin, comportarnos como ecologistas íntegros. Pero no, nuestro compromiso para con el cuidado del medio ambiente es más bien escaso. Pocos son los ecologistas comprometidos, y muchos los que presumen de ello sin serlo. Ser ecologista equivale a respetar meticulosamente el medio ambiente.

Pero hete aquí que muchas veces el progreso y la ecología se contraponen, y nos encontramos en la disyuntiva de elegir entre ambas cosas. Pongamos el trazado de una autovía por una zona de montaña que provocará lahoradación y mordedura de laderas con la consiguiente tala devegetación; y el levantamiento de inarmónicos viaductos de hormigón. Pero también ofrecerá más seguridad y rapidez a los vehículos con respecto a carreteras más antiguas. Siempre habrá ecologistas que se opongan. Y siempre tendrán razón si presentan otra alternativa.

ESA ES muchas veces la cuestión: ¿Cómo progresar de forma racional cuando el progreso casi siempre es incompatible con la ecología? E incluso a veces el propio ecologismo se contradice al buscar soluciones o medidas ecológicas. Por ejemplo, los motores eléctricos no contaminan, pero la obtención del litio que se utiliza para su fabricación sí. Los molinos eólicos generan energía limpia, pero desfiguran la estética del paisaje. Los libros electrónicos ayudan a que no se talen árboles para fabricar libros de papel, pero son futura basura tecnológica. Podría decirse que estamos en un callejón sin salida.

En ninguna cabeza cabe prescindir de la luz eléctrica, o del automóvil, o de la celulosa, o del ordenador o del teléfono móvil. Así que la ecología lo tiene difícil. La sociedad de consumo aviva el progreso creando nueva tecnología, que suele darse de bruces contra los principios ecológicos. Fabricamos sin pedir permiso a la naturaleza. Cada nuevo invento es desechable y efímero. Pero, seamos sinceros, nadie quiere volver al ecológico reloj de cuerda.