Hace unos meses, no demasiados, cuando a la economía española se le reventaban las costuras de tanto engordar, nuestros gobernantes socialistas aseguraban que era el resultado de la política que aplicaban desde el gobierno. En el Partido Popular tenían otra opinión. Para ellos, simplemente, se trataba de que había bonanza económica en la Unión Europea, y ni siquiera un lego en aritmética podía impedir que la economía española fuera mal. Desde el gobierno recordaban -y era verdad- que crecíamos a mayor ritmo que cualquier país de la UE.

Han cambiado los datos: aumenta la inflación, aumenta el paro, y disminuye el crecimiento. Desde el PP, que no hace mucho eran partidarios de responsabilizar a la economía mundial de la prosperidad española, se nota que han cambiado de criterio, porque achacan estos malos síntomas a la torpeza de los gobernantes socialistas. Y los gobernantes socialistas también han cambiado de criterio y dicen que el ciclo es malo, y que no se puede hacer nada.

Con estos elementos podríamos llegar a la desconcertante conclusión de que la economía hay semanas en que es de un colectivismo global que no hay quien la pare, y otros meses en los que le da por ser nacionalista acérrima, en una especie de vaivén esquizofrénico para el que serviría mucho más un psiquiatra o un adivinador que un economista.

Lo más probable sea que cuando los resultados económicos eran buenos, algo tuvieran que ver los gobernantes, y, por lógica, alguna relación tendrán con los resultados malos.

De cualquier manera, que nadie se alegre, ni siquiera los del PP, porque una de las cotas de mayor prosperidad española se logró en los últimos años de Aznar, y, luego, ganaron las elecciones los socialistas. Y éstos, por favor, que no digan que las cosas van bien, porque el cinismo molesta a la poca inteligencia que nos queda.