Lo dijo el Rey en su tradicional mensaje de Navidad que, por cierto, alguien trata de apropiarse como casi siempre. En lugar de atender lo que dice, pretenden hacernos creer que el Rey apoya lo que dicen otros. Esa viene siendo otra perversión de la democracia por parte de los políticos de turno. Pero vayamos a lo que importa. Don Juan Carlos ha dicho que "es preciso seguir adelante con empeño, ganar la batalla al paro con decisión, constancia y firmeza; mejorar en productividad y competitividad, en educación e innovación; y volver a situar a nuestra economía con visión de futuro en el pelotón de cabeza, manteniendo nuestra protección y cohesión social". Todo eso se resume en algo muy sencillo: una educación de calidad. El déficit español en este terreno es el que explica que pese a tener más población escolarizada que nunca, nuestro progreso sea limitado, pobre, insuficiente para tener una economía competitiva y una productividad a la altura del mundo en que vivimos. Por eso me ha sorprendido agradablemente, y espero que se confirme, que en el nuevo Gobierno de Artur Mas en Cataluña, no sólo la economía a va estar en manos de un personaje reconocido y con ideas, como es Andreu Mas-Colell -falta hace alguien que tenga una idea de cómo salir de la crisis y de cómo sacar a Cataluña del desierto en que la habían sumido- sino que la cartera de Economía --como ya ocurre en Extremadura, por cierto-- va a llevar añadida la de Universidades, desgajada de la de Educación, donde también parece que va a llegar una persona inteligente como es Irene Rigau , que no cree en los viejos tópicos de lo público-privado-concertado y que apuesta por la calidad.

Unir Economía y Universidades supone una ruptura con la realidad y una apuesta inteligente. La Universidad española debería ser la punta de lanza del cambio político, económico y social, del desarrollo como país, del futuro, pero es un reino amurallado, autocomplaciente y sin peso social. Si Mas-Colell logra ponerla a funcionar con exigencia y rigor, hacer que esté en la innovación, en la formación de profesionales de excelencia, en el análisis del mundo social y laboral, en el debate filosófico y político; si logra que la Universidad se sienta vanguardia de la sociedad y se mezcle con las empresas y con el mundo innovador , tal vez podamos empezar a pensar en un futuro mejor. No es fácil por la endogamia y la autocomplacencia, pero es Navidad y hay que creer en los milagros y en los buenos deseos. Se lo acaba de decir Benedicto XVI a 5.000 jóvenes universitarios italianos reunidos en Roma: "en nuestros tiempos se siente la necesidad de una nueva clase de intelectuales capaces de interpretar las dinámicas sociales y culturales, ofreciendo soluciones no abstractas sino concretas y realistas. La Universidad está llamada a desempeñar este papel insustituible". El diagnóstico es claro. Lo que falta es que los políticos y los universitarios se lo crean y se pongan a ello.