Del frondoso bosque de 50.000 folios que constituye el sumario del ´caso Gürtel´ emerge inevitablemente la figura del senador del Partido Popular Luis Bárcenas, extesorero del partido y presunto enlace entre este y los manejos de Francisco Correa, el supuesto urdidor de la trama de corrupción. Si en el caso GAL nunca se supo quién era el ´señor X´, en el ´caso Gürtel´ parece que no caben dudas: Luis Bárcenas.

La instrucción del sumario llevada a cabo por el juez Antonio Pedreira para establecer el pliego de cargos es demasiado prolija en detalles, nombres y situaciones como para imaginar que gasta pólvora en salvas. En cambio, la incapacidad de la dirección del PP para exigir a Bárcenas que, por lo menos, suspenda su militancia en el partido, se antoja un caso de parálisis política injustificable.

No hace falta conocer las revelaciones in extenso del sumario para concluir que los populares deben actuar pronto y con contundencia o sufrir el inevitable desgaste político de la sospecha generalizada. Como muy bien se han ocupado de recordar los líderes del PP, estar incurso o imputado en las pesquisas de un sumario no es lo mismo que estar condenado --la presunción de inocencia debe prevalecer--, pero es una necesidad de higiene democrática adoptar medidas preventivas.

En el caso de Bárcenas, y lo que a su alrededor se mueve, es imposible desgajar los privilegios derivados de su condición de aforado de su resistencia a abandonar las instituciones y ocuparse de su defensa.

Es una anormalidad absoluta que se mantenga en su escaño y represente a un partido mientras la policía ha puesto a disposición del juez material suficiente para fundamentar la hipótesis de que el senador mantuvo estrecha relación con Correa y con otro de los implicados en el caso: Jesús Sepúlveda, exalcalde de Pozuelo de Alarcón.

Lo dicho para Bárcenas vale para el resto de cargos electos que figuran en la lista de cerca de 70 imputados. Es innecesario disponer de la entera literalidad del trabajo realizado por el juez Pedreira para llegar a la conclusión provisional de que una parte del Partido Popular hizo de su capa un sayo y de la política, un negocio lucrativo. De forma que, para dejar a salvo de intrigas a la parte sana del partido --el grueso de él--, es inaplazable aislar y concretar responsabilidades. Esto es: hace falta que Mariano Rajoy y su equipo afronten la realidad y olviden su afición a practicar la esgrima jurídica con Baltasar Garzón.