Portavoz de Educación del Partido Popular

Los presupuestos suelen ser el indicativo más claro de las preferencias y prioridades de un gobierno y, en este sentido, está justificado el desánimo de los profesionales de la educación, que creíamos que una administración más cercana iba a poner fin a las necesidades y privaciones del sistema educativo. Las expectativas se han desinflado en apenas tres años. Desde que la Junta asumió las competencias, el recorte en partidas importantes viene a ser la tónica general en los presupuestos de cada año y, para no romper la cadena, las partidas para el próximo año evidencian el desgano e, incluso, la indiferencia de unas políticas proyectadas casi exclusivamente en la fanfarria de las, ¿nuevas tecnologías? Después de habernos vendido el esperpento de la nueva versión de David contra Goliat, léase Ibarra contra Bill Gates y Microsoft, aún nos queda por ver la venta, todo a cien, de un modelo educacional llamado a un fracaso sin paliativos, porque la incorporación de la informática en el sistema educativo no tiene retroceso posible, pero sin perder la perspectiva de que ésta no deja de ser un valioso instrumento de la educación y no su basamento exclusivo. El ordenador, como el lápiz o el libro, es materia muerta si no se le utiliza adecuadamente.

¿Qué dicen los Presupuestos de la Junta para el 2004? Pueden hacerse lecturas caprichosas y si se quiere, entresacar de ellos el ¿esplendor en la hierba?, pero la realidad numérica deja al descubierto la despreocupación, cuando no la desconsideración del Gobierno de Ibarra hacia la Educación en Extremadura. Por segundo año consecutivo, el gasto educativo se incrementa en menor cuantía que en los Presupuestos del Estado.

El gasto de personal está por debajo del crecimiento medio de la consejería y se reducen casi cinco millones de euros de personal docente en los centros de Infantil y Primaria. Las carencias las resolverán, ya lo verán ustedes, eliminando unidades y profesores. Otra medida social, pero social-socialista, es achicar las partidas para la ¿atención a la diversidad?, lo que demuestra claramente la despreocupación de la Junta por las personas diferentes, con carencias auditivas o de lenguaje. Y para colmo del despropósito, la paradoja de que al mismo tiempo que se mantiene el objetivo de ¿adecuar, reparar, mejorar y sustituir?, los centros educativos con deficiencias reducen la partida a tal menester, con lo que, finalmente, todo quedará en propósitos vacíos y buenas palabras.

La Junta impide que los alumnos extremeños se beneficien de la aplicación de las medidas contempladas en la Ley de Calidad de la Educación. No destina las cantidades imprescindibles para garantizar la gratuidad de la Educación Infantil, ni la implantación de los itinerarios en el tercer curso de ESO, ni los Programas de Iniciación Profesional, ni facilita el derecho constitucional de la libre elección de centro. Y, haciendo cuentas, el gasto educativo por alumno en enseñanzas escolares es en Extremadura de 3.470 euros, frente a la media nacional de 3.800.

Es curioso que mientras Ibarra se erige en paladín de la unidad de España, pretende hacer de Extremadura un gueto educacional. Y en el colmo del despropósito y pese al clamor de profesionales y sindicatos, establece las pruebas de recuperación de los alumnos en junio, a escasos días de las pruebas finales. Para la Junta, la Educación es una patata caliente que no saben cómo pelar, por eso, ante la imposibilidad de reflotarla, han elegido la solución de la indiferencia. En unos años, muy pocos, comenzaremos a recoger el fruto de tanto disparate.